‘El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’. Mateo 4:4
En respuesta a Satanás a su propuesta de convertir todas las piedras
en pan para alimentarse, nuestro Señor Jesucristo le responde con estas
palabras mostradas en el texto mencionado. Por supuesto que con esta
respuesta contundente el Señor no solo le respondía al Diablo sino que
arrojaba bastante luz a una de las realidades de la existencia humana y
nos dejó ver un principio muy importante para cualquier individuo. Tiene
que ver con la realidad que nuestra existencia no se haya reducida al
ambiente de lo material y físico sino que cada ser humano tiene otro
ámbito en el que desarrolla su vida, a saber, el ámbito espiritual. Él
no solo es carne, también es espíritu y ambos ámbitos están presentes en
todo su peregrinar en la tierra.
Nuestro Señor Jesús estaba dejando testimonio, entre otras cosas, que el ser humano no debería concentrarse en la provisión de sus necesidades físicas, tan importantes como son, olvidando su necesidad espiritual o en detrimento de ella. Seguramente el pecado dentro de seres físicos hace que olvidemos muchas veces que somos poseedores de un alma, y que así como a nivel de lo material tenemos necesidades básicas que no permiten ser postergadas en sus demandas so pena de morir, también tenemos un conjunto de necesidades profundas en el alma que no podemos olvidar sin perjudicar gravemente nuestro espíritu.
El pan en las Escrituras es una manera de señalar hacia las cosas esenciales y necesarias para la vida. Por ejemplo en Gn.3:19 se le dice al hombre pecador que ‘con el sudor de tu rostro comerás el pan’, lo que quiere decir que a partir del pecado, conseguir lo necesario para vivir le sería pesado al varón. El Salmista puede decir en Sal.37:25 que ha envejecido y ‘no he visto un justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan’, lo que nos señala que en su vida nunca vio a un piadoso mendigando por las cosas necesarias para la vida. El Señor Jesús nos enseñó a pedir ‘el pan de cada día’ (Mt.6:11), lo cual quiere decir, todas las cosas necesarias para vivir.
Así, cuando nuestro Señor nos señaló hacia aquella parte de nuestra existencia que solemos olvidar perniciosamente, nos advirtió que también debería ser cuidada y suplida en sus necesidades. Por supuesto que nuestra parte espiritual no puede ser sustentada con alimento físico, pero sí con uno que corresponda adecuadamente a su necesidad. El Señor habló de la Palabra de Dios como ese alimento adecuado, necesario y suficiente que el alma requiere para vivir y seguir viviendo con vigor en su mayor vocación: vivir para la gloria de Dios y su verdadero provecho.
Es una mala señal cuando hacemos con nuestra alma lo que no hacemos con nuestro estómago y una mala evidencia que señala hacia una vida marcada por lo temporal y físico. El Señor quiere que seamos conscientes de lo que por el pecado no vemos y es que necesitamos tanto su Palabra como el alimento diario. Que Su Voz hace parte de las cosas que necesitamos para vivir, que así como buscamos suplir nuestro cuerpo de lo necesario para vivir, deberíamos andar en búsqueda del consejo de las Escrituras Santas para lo mismo. No solo somos cuerpo, somos seres compuestos por una parte material y otra espiritual, de modo que podemos recordarnos siempre que la Palabra que sale de la boca de Dios hace parte de aquello diario que debemos traer sobre nosotros para poder decir de nosotros que estamos vivos. ¿Ya comió hoy? ¿Qué tanto?
Nuestro Señor Jesús estaba dejando testimonio, entre otras cosas, que el ser humano no debería concentrarse en la provisión de sus necesidades físicas, tan importantes como son, olvidando su necesidad espiritual o en detrimento de ella. Seguramente el pecado dentro de seres físicos hace que olvidemos muchas veces que somos poseedores de un alma, y que así como a nivel de lo material tenemos necesidades básicas que no permiten ser postergadas en sus demandas so pena de morir, también tenemos un conjunto de necesidades profundas en el alma que no podemos olvidar sin perjudicar gravemente nuestro espíritu.
El pan en las Escrituras es una manera de señalar hacia las cosas esenciales y necesarias para la vida. Por ejemplo en Gn.3:19 se le dice al hombre pecador que ‘con el sudor de tu rostro comerás el pan’, lo que quiere decir que a partir del pecado, conseguir lo necesario para vivir le sería pesado al varón. El Salmista puede decir en Sal.37:25 que ha envejecido y ‘no he visto un justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan’, lo que nos señala que en su vida nunca vio a un piadoso mendigando por las cosas necesarias para la vida. El Señor Jesús nos enseñó a pedir ‘el pan de cada día’ (Mt.6:11), lo cual quiere decir, todas las cosas necesarias para vivir.
Así, cuando nuestro Señor nos señaló hacia aquella parte de nuestra existencia que solemos olvidar perniciosamente, nos advirtió que también debería ser cuidada y suplida en sus necesidades. Por supuesto que nuestra parte espiritual no puede ser sustentada con alimento físico, pero sí con uno que corresponda adecuadamente a su necesidad. El Señor habló de la Palabra de Dios como ese alimento adecuado, necesario y suficiente que el alma requiere para vivir y seguir viviendo con vigor en su mayor vocación: vivir para la gloria de Dios y su verdadero provecho.
Es una mala señal cuando hacemos con nuestra alma lo que no hacemos con nuestro estómago y una mala evidencia que señala hacia una vida marcada por lo temporal y físico. El Señor quiere que seamos conscientes de lo que por el pecado no vemos y es que necesitamos tanto su Palabra como el alimento diario. Que Su Voz hace parte de las cosas que necesitamos para vivir, que así como buscamos suplir nuestro cuerpo de lo necesario para vivir, deberíamos andar en búsqueda del consejo de las Escrituras Santas para lo mismo. No solo somos cuerpo, somos seres compuestos por una parte material y otra espiritual, de modo que podemos recordarnos siempre que la Palabra que sale de la boca de Dios hace parte de aquello diario que debemos traer sobre nosotros para poder decir de nosotros que estamos vivos. ¿Ya comió hoy? ¿Qué tanto?