sábado, 31 de agosto de 2019

¿Cuál es el propósito de la convicción de pecado?




El Espíritu nos convence de pecado para así traernos a Cristo. La convicción de pecado es el proceso que nos conduce a una perspectiva correcta de nuestras vidas a los ojos de Dios, para que podamos entregarnos por completo a su gracia y misericordia en la Cruz. Por consiguiente, inevitablemente sucede que la convicción mejora el carácter cristiano de dos formas:
Produce humildad. Cuando Pablo dice en Romanos 1.18-3.20 que los pecadores callarán, está creando este tipo de humildad. Toda boca es cerrada y todo el mundo es consciente de su culpa. Esto deja una huella duradera en la vida de una persona. Ser acallado ante el trono de Dios es una experiencia inolvidable. Se ve cada vez que hablamos con otros.
Produce gratitud. Entendemos la grandeza de la gracia de Dios en proporción a nuestro sentido de necesidad. Cuanto más comprendamos nuestra condición personal, mediante la convicción, más grandioso nos parecerá el amor de Dios. La gratitud crece mejor cuando es plantada en la convicción, igual que ciertas plantas han de ser plantadas en invierno para que florezcan en verano.
Las circunstancias que rodean nuestra entrada en el Reino de Dios son significativas en el mundo espiritual, del mismo modo que las circunstancias de nuestro nacimiento natural pueden serlo en nuestra vida. Puesto que Dios sabe lo que pretende hacer con nosotros y mediante nosotros como hijos suyos que somos, nos pone bajo distintos niveles de convicción.
Algunos, como aquellos que oyeron el sermón de Pedro el día de Pentecostés, tienen una convicción de pocos minutos; otros, como Pablo, unos cuantos días; otros atraviesan una oscura noche del alma que parece interminable, como Bunyan y Lutero.
Estas diferencias están en las manos de Dios. Lo que está en nuestras manos, sea cual sea la cantidad de convicción en nuestros corazones, es el venir a Cristo y confiar en Él completamente, y sólo en Él, como nuestro Salvador. Así, al aumentar cada vez más nuestro conocimiento de cuánto lo necesitamos, aprenderemos a vivir ante los ojos de Dios vidas de obediencia, con gratitud sincera.  Extracto del libro La vida cristiana: Una introducción doctrinal, por Sinclair Ferguson