jueves, 20 de septiembre de 2018

Mejor es la reprensión franca que el amor encubierto

Mejor es la reprensión franca que el amor encubierto

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“Mejor es la reprensión franca que el amor encubierto” (Prov. 27:5).
Hay dos cualidades muy necesarias en un amigo: el amor y la fidelidad; y esta última es primordial para que nuestras amistades resulten realmente beneficiosas para nosotros. Hay algunos que nos aman con sinceridad y calidez, pero carecen del coraje necesario para ser fieles a la hora de reprendernos cuando lo merecemos. Sin embargo, la reprensión, aunque sea severa e hiriente, es mejor que un amor que no se revela en forma de reprensiones necesarias.
El verdadero amigo no divulgará nuestras faltas a los cuatro vientos, pero tampoco las justificará para salvar nuestra reputación; porque la virtud es la esencia de la verdadera amistad y no debe infringirse por amor a nuestros amigos más queridos. Por tanto, debemos valorar a aquel amigo que hace sus reprensiones tan públicas como sean nuestras faltas, y que no escatima a la hora de decirnos sin rodeos en nuestra cara en qué hemos errado, porque da buena prueba de que aprecia nuestro auténtico bienestar por encima de su interés particular por nosotros. El amigo que nos ama, pero tiene miedo de reprendernos cuando lo merecemos, no demuestra tener muy alta estima de nuestro sentido común y nuestro carácter, porque parece que nos cree incapaces de soportar la reprensión y prefiere disfrutar de nuestras sonrisas que hacernos un servicio fundamental.
Nuestro Señor amaba a sus Apóstoles con mucha ternura, y los regañaba con admirable prudencia y bondad cada vez que lo necesitaban. Él jamás quiso tolerar el pecado entre ellos, sino que los reprendía de tal forma que su amor hacia Él fuera en aumento y que no disminuyera. Aprendamos, pues, de este proverbio a ejercer la fidelidad de la amistad con aquellos a quienes amamos, y a agradecer a nuestros amigos cuando demuestren la sinceridad de su cariño al preocuparse por nuestras almas. Deberíamos valorar la sinceridad por encima de la cortesía, y disculpar los pequeños defectos en esta última cualidad por amor a la primera.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson