miércoles, 28 de mayo de 2014

La verdadera conversión


Él mira sobre los hombres; y el que
dijere: pequé y pervertí lo recto y no
me ha aprovechado, Dios redimirá
su alma, que no pase al sepulcro, y su
vida se verá en luz.
Job 33:27-28

Esta es una palabra de verdad sacada de la
experiencia de un hombre de Dios y que puede ser considerada
como una promesa. Cuanto el Señor ha hecho y está haciendo
continuará llevándolo a cabo hasta tanto que el mundo subsista.
El Señor aceptará a cuantos a Él acudan confesando sinceramente
sus pecados. Dios siempre está atento para descubrir a
todos los que están tristes a causa de sus pecados.
¿No podemos nosotros aplicarnos estas
mismas palabras? ¿No hemos pecado voluntaria y personalmente,
de modo que hemos podido decir con verdad: «He pecado»?
¿No hemos pecado intencionadamente pervirtiendo lo recto?
¿No hemos pecado de suerte que ha sido posible reconocer que
de nada nos ha aprovechado y que sólo nos acarreó la muerte
eterna? Vayamos a Dios con esta confesión sincera. Dios no
nos exige más, pero tampoco nosotros podemos darle menos.
Presentemos su promesa en nombre de Jesús.
Él librará nuestra alma del abismo del infierno, cuya boca
está abierta para tragarnos; Él nos concederá vida y luz. ¿Por
qué desesperar? ¿Por qué dudar? El Señor jamás defrauda a las
almas sencillas. Piensa bien lo que dice. Los culpables pueden
ser perdonados. Quienes merecen la condenación pueden recibir
absolución gratuita. ¡Señor, a ti confesamos nuestros pecados
e imploramos tu perdón! 
C.H. Spurgeon

miércoles, 21 de mayo de 2014

El que espera en Jehová, le rodea la misericordia.


El que espera en Jehová, le rodea la misericordia.Salmos 32:10


¡Qué galardón tan espléndido para el que
confía! ¡Quiera el Señor concedérmelo con abundancia! Quien
en Él confía se confiesa el mayor pecador del mundo, y para él
está preparada la misericordia de Dios. Sabe que ningún mérito
hay en él, mas la misericordia desciende sobre su persona y se le
concede con liberalidad. ¡Señor, concédeme esta gracia, porque
en ti confío!
Considera, alma mía, la defensa que te rodea.
A la manera que un príncipe se halla cercado de soldados,
así lo estás tú de la misericordia de Dios. Delante y detrás de ti,
por todos los lados, puedes contemplar esta numerosa guardia
de la gracia.
Nos encontramos en el centro mismo de la
gracia porque estamos en Cristo Jesús.
¡Oh, alma mía! ¡Qué atmósfera te envuelve!
Del mismo modo que el aire te rodea por todas partes, así te
circunda la misericordia de Dios. Grandes males están reservados
para los malos; en cambio, hay para ti tanta abundancia de
dones, que ni siquiera merecen mencionarse las tribulaciones.
Dice David: «Alegraos en Jehová, y gozaos, justos; y cantad todos
vosotros, los rectos de corazón». Obedeciendo este mandato
mi corazón triunfará en Dios y manifestará su gozo. De la
manera que Tú me has cercado de tu misericordia, así andaré yo
alrededor de tus altares, oh mi Dios, con himnos de gratitud por
tu liberación. C.H. Spurgeon

jueves, 15 de mayo de 2014

Cosas mayores que éstas verás.




Cosas mayores que éstas verás.
Juan 1:50

Estas palabras fueron dirigidas a un creyente
que se hizo como niño y que estaba dispuesto a aceptar a
Jesús como el Hijo de Dios y Rey de Israel con un solo argumento
decisivo. Quienes quieren abrir los ojos, ven. Permanecemos
tristemente ciegos porque nos obstinamos en cerrar los ojos.
Por lo que a nosotros se refiere, hemos visto
muchas cosas; el Señor nos ha revelado misterios inescrutables
por los cuales podemos celebrar su nombre; sin embargo,
en su Palabra se encierran verdades más profundas, experiencias
más hondas y de mayor utilidad, descubrimientos maravillosos
de su amor, de su poder y sabiduría. Todo esto lo veremos
ciertamente si creemos en nuestro Señor. Cosa nociva es
inventar falsas doctrinas, mas el don de discernir la verdad es
una bendición. El cielo se nos abrirá de par en par; el camino que
nos conduce a él en la persona del Hijo del hombre nos será más
fácil, y más evidente la comunión angelical entre el cielo y la
tierra. Fijemos nuestros ojos con mayor atención en las cosas
espirituales y veremos cada vez con mayor claridad cosas más
importantes. No pensemos que nuestras vidas son algo efímero
y sin valor; antes por el contrario, siempre irán creciendo y viendo
cosas de mayor importancia hasta que contemplemos cara a cara
al mismo Dios y no podamos ya perderle de vista.