lunes, 25 de agosto de 2014

La cabeza viva no admite miembros muertos



"No hay pensamiento con el que el hombre sea tan embrutecido y entontecido, ni sea tan pernicioso, como este: que una persona sin purificar, sin santificar su vida, pueda luego ser llevada al cielo, a un estado de bendición que consiste en el disfrute de Dios. Ni esa persona pueda gozar de Dios, ni para ella Dios seria como una recompensa. Sin duda, la santidad se perfecciona en el cielo, pero su origen se halla invariablemente en este mundo. A nadie conduce Dios al cielo si no ha sido antes santificado en la tierra. La Cabeza VIVA no admite miembros muertos"  ( John Owen )
 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: 
Sed santos, porque Yo soy Santo. 1Pedro: 1:15-16

lunes, 4 de agosto de 2014

Él bendecirá la morada de los justos.


Él bendecirá la morada de los justos.
Proverbios 3:33
El justo teme al Señor, y, por lo tanto, está
bajo la protección divina que se extiende hasta la techumbre
que cubre a su familia. Su casa es morada de amor, escuela de
sana educación, y hogar de luz divina. Es como un altar donde
se le rinde culto diario al nombre del Señor. Por esta razón Dios
bendice su morada. Tal vez ésta sea humilde choza o casa señorial:
mas la bendición del Señor desciende sobre ella, no a causa
de su grandeza, sino por el carácter de sus habitantes.
Esta casa es bendita cuando los esposos son
temerosos de Dios; empero el hijo o la hija, y hasta un criado
cristiano, pueden atraer las bendiciones sobre toda la casa. Muy
a menudo, el Señor guarda, prospera y bendice a una familia
porque en ella hay una o dos personas que son «justas» por la
gracia de Dios. Amados, tengamos a Jesús como huésped constante
en nuestra casa, como le tuvieron las hermanas de Betania,
y entonces seremos ciertamente bendecidos.
Procuremos ser justos en todas las cosas:
en nuestros negocios, en nuestro juicio sobre los demás, en nuestro
trato con el prójimo, en nuestro carácter personal. Un Dios
justo jamás podrá bendecir transacciones injustas.
C.H. Spurgeon