sábado, 25 de febrero de 2017

"El impío es derribado por su maldad, pero el justo tiene un refugio cuando muere" Proverbios 14:32


Todos tenemos que morir, pero hay una inmensa diferencia entre la muerte del justo y la del impío. Esta diferencia no siempre puede discernirse a simplie vista, pero es real y muy amplia, tanto como la distancia que separa el Cielo del infierno. El impio es "... echado fuera del mundo" (Job 18:18), que es donde está su porción, y todas sus esperanzas se circunscriben a un espacio de pura desgracia y de desesperación permanente. Vivió en pecado y muere en él, y sus errores yacen a su lado en el polvo y son el alimento eterno para el gusano que nunca morirá y combustible para el fuego que nunca se apagará (Is. 66:24). Aunque muera tan tranquilo como un corderito, eso no disminuye su desgracia, sino que solo la suspende durante unos momentos; aunque alimente hasta el final su mente vana con la esperanza de ir al Cielo, sin embargo muere en una angustia sin esperanza.
"Pero el justo tiene un refugio cuando muere". El justo cree en Cristo y no muere en sus pecados (Jn 8:24). Su muerte es la destrucción del pecado, que tantos problemas le dio a la largo de su vida. Deja este mundo y su propio cuerpo, pero va a un lugar mejor, donde estará ausente del cuerpo y presente al Señor (2 Co. 5:8). Su muerte está llena de esperanza porque sabe que va a estar con Cristo, lo cual es mucho mejor que las mejores cosas que pudiera esperar o desear en la tierra (Fil. 1:23). Sus esperanzas pueden ser debiles y lánguidas, pero sigue teniendo tanta confianza en Cristo como para poner el alma en sus manos; y si su fe se mezcla con temores, estos se desvanecerán como una nube fina, y las ansiedades que le acosen cuando esté abandonando su cuerpo aumentarán el gozo triunfante que sentirá cuando los ángeles aparezcan para conducir su alma a esas regiones donde el temor y el dolor desaparecen para siempre. El impío ve la muerte como una sierva sombría enviada para arrestarle por sus delitos; pero para los creyentes es como los carros de José que llegaron para conducir a Jacob hasta donde se encontraba su hijo más querido.
Los impíos son desdichados a lo largo de la vida, porque no hay más que un paso entre ellos y el rey de los terrores. Los justos gozan de bendición en sus vidas porque su salvación está más cerca cada día (Ro. 13:11). En su muerte reciben mucha bendición, porque para ellos el morir es Cristo (Fil. 1:21). Ahora son salvos en esperanza (Ro. 8:24), y después morirán en ella y disfrutarán durante toda la eternidad de aquello que aguardaron con esperanza.   

Comentario a Proverbios. George Lawson.