lunes, 31 de marzo de 2014

Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado. Job 22:23



Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado. Job 22:23

Al expresarse así Eliphaz dijo una gran verdad que resumía  muchas verdades de la Palabra de Dios. Lector, ¿has sucumbido al pecado? ¿Te has convertido en una verdadera ruina? ¿De tal manera ha caído sobre ti la mano del Señor, de suerte que te veas empobrecido y sin fuerzas? ¿Acaso no fue tu propia locura la que te acarreó tantos perjuicios? En este caso, lo primero que has de hacer es volverte a tu Señor. Retorna de tu apostasía por medio del arrepentimiento y una fe sincera. Ese es tu deber, porque te has apartado de Aquél a quien prometiste servir. Si posees la verdadera sabiduría, has de comprender que es un desatino luchar contra Él y salir aventajado. Además, es una necesidad urgentisisma  porque todo cuanto Él ha hecho no puede compararse con el castigo que puede enviarte, siendo como es omnipotente para castigar.
He ahí su promesa: «Serás edificado». Sólo el Omnipotente puede levantar las columnas caídas y restaurar
los muros vacilantes de tu ser moral. Y puede hacerlo y seguramente lo hará si tornares a Él. No tardes. Si perseveras en tu rebelión, tu mente acabará por trastornarse del todo. Una confesión sincera te aliviará, y una fe humilde te consolará. Hazlo así, y todo irá bien.

sábado, 29 de marzo de 2014

Y en ningún otro hay salvación

Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. – Hechos 4:12 

viernes, 28 de marzo de 2014

¡Señor, golpea la roca, habla a la roca y haz que brote el agua!




Y allí os acordaréis de vuestros caminos, y de todos vuestros hechos en que os contaminasteis; y os aborreceréis a vosotros mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis. Ezequiel 20:43

Cuando el Señor nos recibe y gozamos de su favor, de su paz y seguridad, nos conduce al arrepentimiento de nuestros pecados y de nuestra mala conducta para con nuestro bondadoso Dios.
 El arrepentimiento es tan valioso que bien podemos calificarlo de diamante de primerísima calidad, el cual bondadosamente es prometido al pueblo de Dios como la consecuencia más santificadora de la salvación. Quien acepta el arrepentimiento, también lo da, y no de su «caja amarga», sino de entre las «hojuelas con miel», con las cuales alimenta a su pueblo. El mejor modo de ablandar un corazón de piedra es poseer el sentimiento de un perdón, comprado con sangre, y de una misericordia inmerecida. ¿Somos duros de corazón? Pensemos en la alianza de su amor y dejaremos el pecado, lo lamentaremos y llegaremos a aborrecerlo; más aún, nos sentiremos confundidos por haber pecado contra el amor infinito de Dios. Acerquémonos a Dios con la promesa de penitencia y pidámosle que nos ayude a recordarla, a arrepentirnos de nuestro pecado y volvernos a Él. ¡Ojalá pudiéramos gozar de la dulcedumbre de una tristeza santa! ¡Cuán aliviados quedaríamos si nos fuera dado derramar torrentes de lágrimas! ¡Señor, golpea la roca, habla a la roca y haz que brote el agua! C.H. Spurgeon

martes, 25 de marzo de 2014

Y él le respondió: ve porque yo estaré contigo.

Y él le respondió: ve porque yo estaré contigo. Éxodo 3:12

Es evidente que si Dios confió a Moisés una comisión, no le dejaría solo. Ante el riesgo que iba a correr y la
fortaleza que le era necesaria para cumplir su cometido, sería ridículo que Dios enviara un pobre hebreo para que se enfrentara con el más poderoso monarca de la tierra y le dejara solo en su empresa. No es concebible que la sabiduría de Dios opusiera un hombre débil como Moisés a Faraón con todo el poderío de Egipto. Por eso dice el Señor: «Yo estaré contigo», para darle a entender que no iba solo.

También conmigo sucederá lo mismo. Si Dios me confía una misión, confiando plenamente en su poder
y buscando únicamente su gloria, tendré la seguridad de que Él estará conmigo. Por el mero hecho de enviarme, está obligado a favorecerme. ¿No es esto suficiente? ¿Qué más puedo desear?
Aun contando con el poder de sus ángeles y arcángeles, podría sucumbir en la demanda, mas si Él está conmigo, ciertamente saldré victorioso. Lo único que se me exige es que yo obre en consecuencia con esta promesa, que no emprenda el camino con timidez, desanimado, negligente o henchido de orgullo. ¡Tal es
la conducta que debe observar una persona que tiene a Dios en su compañía! Así amparado, debo caminar con valentía y, como Moisés, presentarme sin temor delante de Faraón.  C. H. SPURGEON

jueves, 20 de marzo de 2014

Que mi vida entera esté consagrada a ti Señor

Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Cor. 6:20


jueves, 13 de marzo de 2014

La libertad cristiana

La libertad cristiana
​La libertad cristiana es un apéndice a la justificación. Algunas personas, bajo el pretexto de esta libertad, pierden toda obediencia a Dios y buscan indulgencia para sus  escandalosos deseos. Algunos la desprecian, diciendo que es subversiva de toda moderación, orden y distinción moral. Pero, a menos que la libertad cristiana pueda ser comprendida, no puede haber un recto conocimiento de Cristo, ni de la verdad evangélica o de la paz interna de la mente.
​¿Como encajar el tema de la libertad cristiana?. Calvino da una exposición de libertad cristiana en el Libro II, capítulo 19. La libertad cristiana significa, en resumen, «obediencia solamente en el Señor».

La libertad cristiana tiene tres partes. La primera es que las conciencias de los creyentes deben estar basadas en la ley de Dios. … La totalidad de la vida cristiana tiene que ser un ejercicio de piedad porque los cristianos son llamados a la santificación,…

La segunda parte de la libertad cristiana es que las conciencias de los creyentes no observan la ley, como estando bajo cualquier obligación legal, sino que rinden una voluntaria obediencia a la voluntad de Dios. El precepto de la Ley es el amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas; por tanto, nuestros corazones tienen que estar liberados de todos los deseos, nuestras almas apartadas de todas otras percepciones y pensamientos y nuestras fuerzas concentradas sobre este único punto. La Ley demanda un perfecto amor y condena toda imperfección que es la marca de todos nuestros pensamientos y acciones. Todas nuestras acciones están sujetas a la maldición de la Ley. Pero si los creyentes oyen a Dios que nos llama de forma paternal, entonces responderán a Su llamada y seguirán Su guía con alegría y prontitud. Como hijos que son tratados por sus padres de una manera más libre y no vacilan en presentarles sus acciones imperfectas y con fallos, así los creyentes serán aprobados por nuestro más indulgente Padre.

La tercera parte de la libertad cristiana nos enseña que no estamos ligados ante Dios por ninguna obligación que respecte a cosas externas o indiferentes, las cuales podemos usar u omitir. El conocimiento de esto es muy necesario para nosotros, sin él no tendremos tranquilidad de conciencia; pero tenemos que observar cuidadosamente que la libertad cristiana es, en todos sus aspectos, una cosa espiritual. Toda su virtud consiste en aplacar las conciencias aterrorizadas ante Dios. Las conciencias están inquietas y solícitas concernientes a la remisión de sus pecados; están ansiosas por conocer si sus acciones, imperfectas y contaminadas, son aceptables a Dios o están atormentadas con respecto al uso de las cosas indiferentes.

En el uso de nuestra libertad cristiana no tenemos ni que dar ni tomar ofensa. Necesitamos en todas las ocasiones estudiar la caridad y conservar a la vista la edificación de nuestro prójimo. «Todas las cosas son licitas para mí; pero todas las cosas no edifican. Que nadie busque lo suyo propio, sino lo de los otros», dice el Apóstol San Pablo. Pero el evitar las ofensas es aplicable sólo a las cosas indiferentes y sin importancia. Los deberes necesarios no pueden ser omitidos por el temor a cualquier ofensa; pues como nuestra libertad ha de estar sujeta a la caridad, así la caridad debe estar subordinada a la pureza de la fe. No debemos ofender a Dios por amor a nuestro prójimo; nunca debemos apartarnos de las ordenanzas de Dios, no tenemos libertad de desviarnos ni lo ancho de un cabello de Sus mandatos y es ilegal el intentar, bajo cualquier pretexto, cualquier cosa que Dios no permita.

Las conciencias de los creyentes tienen, en consecuencia, el privilegio de haber sido liberadas por el favor de Cristo de todas las obligaciones necesarias acerca de todas aquellas cosas que al Señor le ha placido dejarlas libres. De aquí concluimos que están exentas en cuanto a ellas de toda autoridad humana. La muerte de Cristo se haría vana si nuestras almas sufren por estar sujetas a los hombres. Pero esto no quiere decir que destruyamos y hagamos subversión de toda obediencia a los hombres.

Extracto del libro "Calvino profeta contemporáneo".  Aticulo de J. CHR. COETZÉE