viernes, 10 de abril de 2015

El sol que nacerá no será un sol cualquiera.



Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salvación.
Malaquías 4:2
Esta promesa alentadora, cumplida ya en
la primera venida de nuestro glorioso Salvador, tendrá perfecto
cumplimiento en su segunda venida: sin embargo, es una promesa
de aplicación cotidiana. ¿Vives, lector, en la oscuridad?
¿Notas que esa oscuridad va haciéndose cada vez más profunda?
No desmayes, porque aún tiene que brillar el sol. La noche
es más sombría cuando se acerca el alba.
El sol que nacerá no será un sol cualquiera.
Es el Sol de Justicia que irradiará santidad. Viene a regocijarnos
con los resplandores de su justicia y misericordia, no a quebrantar
ley alguna para salvarnos. Jesús es la manifestación de la
santidad y amor de Dios. Cuando venga, nuestra liberación será
cierta porque es justa.
Nuestra pregunta debería ser esta: ¿Tememos
el nombre del Señor? ¿Reverenciamos al Dios vivo y andamos
en sus caminos? Si así es, la noche para nosotros será de
corta duración, y cuando llegue la mañana, la enfermedad y la
tristeza desaparecerán para siempre de nuestros corazones. Nuestra
herencia será luz, calor, gozo y claridad; después vendrá la
salud de toda dolencia y desaparecerán todas las preocupaciones.
¿Ha resplandecido Jesús sobre nosotros?
Gocémonos de este sol. ¿Ha escondido su rostro? Estemos ciertos
de que, a manera de sol, resplandecerá sobre nosotros.
C. H. SPURGEON