El que confía en el Señor es bienaventurado
El que pone atención a la palabra hallará el bien, y el que confía en el SEÑOR es bienaventurado (Proverbios 16:20).
No solo deberíamos evitar todo lo que sea pecaminoso e insensato y cumplir con diligencia nuestras obligaciones y nuestros deberes, sino que, del mismo modo, deberíamos hacer todo lo que emprendamos con sabiduría y discreción.
La gestión prudente de nuestros asuntos va acompañada de grandes consuelos y beneficios. Nos dará esperanzas razonables de éxito, contaremos con la estima de los demás y evitaremos las malas consecuencias que suelen resultar de la indiscreción. El nombre de David era muy admirado cuando estaba en la casa de Saúl porque se conducía prudentemente en todas las ocasiones (cf. 1 S. 18:14 RVR 1960); y el gobierno prudente de Salomón llenó de asombro a la reina de Sabá y casi le hizo envidiar a los siervos que tenían el placer de atenderle y de ver y oír su sabiduría.
En nuestra andadura religiosa se nos pide “que todo se haga decentemente y con orden” (1 Co. 14:40), de forma prudente. Esto redundará en nuestro consuelo y nuestra felicidad, la gloria del Dios de orden y la edificación del cuerpo de Cristo; y evitará que los que desean hallar ocasión contra nosotros hablen mal de nuestro bien (cf. Ro. 14:16).
Pero tanto en los asuntos del mundo como en los de Dios, no debemos confiar en nuestra propia habilidad y prudencia. Debemos mirar a Dios y depender de Él para recibir guía, ayuda y buenos resultados; porque: “la mente del hombre planea su camino, pero el SEÑOR dirige sus pasos” (Pr. 16:9).
Bienaventurado es el hombre que confía todas sus preocupaciones a las manos de Dios. Su corazón está libre de pensamientos angustiosos. Recibe toda la provisión de sabiduría y de fuerza que necesita. Dios le conduce por camino seguro y al final poseerá el santo monte del Señor (cf. Is. 57:13)
“Comentario a Proverbios” por George Lawson.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario