martes, 29 de noviembre de 2022

Dios no oscurece nunca nuestro cielo.

 

“Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes.” Génesis 9: 14. 

Justo ahora las nubes son muy copiosas, pero no tenemos miedo de que el mundo sea destruido por un diluvio. Vemos el arcoíris con la suficiente frecuencia como para no tener tal miedo.

El pacto que el Señor hizo con Noé permanece firme, y no tenemos dudas al respecto. 

¿Por qué, entonces, habríamos de pensar que las nubes de la tribulación, que oscurecen ahora nuestro cielo, terminarán destruyéndonos? Hemos de desechar esos miedos infundados y deshonrosos. 

La fe ve siempre el arco de la promesa del pacto, siempre que el sentido ve la nube de la aflicción. 

Dios tiene un arco con el que puede disparar Sus flechas de destrucción; ¡pero vean!, está volteado al revés. Es un arco sin flechas y sin cuerda; es un arco que está colgado como demostración, pero que ya no es usado para la guerra. Es un arco de muchos colores que expresan gozo y deleite, y no un arco ensangrentado por matanzas, o ennegrecido por la ira. 

Tengamos mucho ánimo. Dios no oscurece nunca nuestro cielo como para dejar Su pacto sin un testigo; y aun si lo hiciera, nosotros confiaríamos en Él, puesto que Él no puede cambiar, ni mentir, ni dejar de cumplir Su pacto de paz de cualquier otra manera. Hasta que las aguas cubran la tierra otra vez, no tendremos una razón para dudar de nuestro Dios.   Charles Spurgeon

martes, 15 de marzo de 2022

“La tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia.” Génesis 28: 13.

 



Ninguna promesa es de interpretación privada: las promesas no pertenecen a un solo santo, sino a todos los creyentes. 

Hermano mío, si tú puedes acostarte en fe sobre una promesa, y descansar sobre ella, es tuya. Jacob tomó posesión del lugar al que “llegó”, y en el que durmió y descansó. Poco se imaginaba que al acostar su humanidad sobre el suelo y usar las piedras del lugar como almohadas, estaría tomando posesión de la tierra; y, sin embargo, así fue.

 Vio en su sueño esa maravillosa escalera que une para todos los creyentes la tierra con el cielo; y en verdad el lugar donde estaba la base de la escalera había de pertenecerle por derecho, pues de otra manera no habría podido alcanzar la divina escalinata. 

Todas las promesas de Dios son Sí y Amén en Cristo Jesús; y como Él es nuestro, cada promesa es nuestra si nos acostamos en ella en confiada paz.

Vamos, tú que estás cansado, usa las palabras de tu Señor como tu almohada. Acuéstate en paz. Sueña únicamente con Él. Jesús es tu escalera de luz. 

Mira a los ángeles subir y bajar sobre Él entre tu alma y tu Dios; y puedes estar seguro de que la promesa es tu propia porción que te ha sido dada por Dios, y que no cometerás un robo si la tomas para ti, como expresada especialmente para ti.    Charles Spurgeon


sábado, 21 de marzo de 2020

Los probaré como se prueba el oro.


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“Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. 
El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios.” Zacarías 13:9. 

La gracia nos transmuta en metal precioso, y luego el fuego y el horno siguen como una consecuencia necesaria.
 ¿Comenzamos en ese punto? ¿Preferiríamos ser considerados indignos para que pudiéramos gozar del reposo, como las piedras del campo?
 Esto sería elegir la parte más vil: como Esaú, sería tomar el potaje y renunciar a la porción del pacto. ¡No, Señor, preferimos gozosamente ser arrojados en el horno que ser echados de Tu presencia!
 El fuego únicamente refina, no destruye. Hemos de ser conducidos a través del fuego, y no seremos dejados allí.
 El Señor valora a Su pueblo como plata, y por ello se toma el trabajo de eliminar su escoria.
 Si somos sabios, más bien le daremos la bienvenida al proceso refinador en lugar de rechazarlo. Nuestra oración será que nuestra aleación sea suprimida en nosotros en vez de que seamos retirados del crisol.
 ¡Oh Señor, Tú en verdad nos pruebas! Estamos listos a derretirnos bajo la fiereza de las llamas.
 Sin embargo, este es el camino, y Tu camino es el mejor. Sostennos en la prueba, y completa el proceso de nuestra purificación, y seremos Tuyos por siempre y para siempre.  
                                                Charles H Spurgeon

lunes, 13 de enero de 2020

Y al que a mí viene, no le echo fuera

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene no le hecho fuera.   Jn 6.37 Citas Bíblicas, Palabra De Dios, Biblia, Padre, Hijos
“Y al que a mí viene, no le echo fuera.” Juan 6: 37. 
¿Hay algún caso en el que nuestro Señor hubiere echado fuera a alguien que viniera a Él?
 Si existiera un caso así, nos gustaría conocerlo; pero no ha habido ningún caso, y nunca lo habrá. Entre las almas perdidas en el infierno no hay una sola que pudiera decir: “yo vine a Jesús, y Él me rechazó.” 
No es posible que tú o yo fuéramos los primeros a quienes Jesús no les cumpla Su palabra. 
No abriguemos una sospecha tan oscura.
 Supongan que acudimos a Jesús en relación a nuestros males de hoy.
 De esto podemos estar seguros: Él no nos denegará una audiencia, ni nos echará fuera.
 Aquellos de nosotros que hemos ido con frecuencia a Él, y aquellos que no han ido nunca antes: vamos juntos, y comprobaremos que Él no cerrará en la cara de ninguno de nosotros la puerta de Su gracia.
 “Este a los pecadores recibe”, pero a nadie desecha.
 Venimos a Él en debilidad y pecado, con temblorosa fe, escaso conocimiento, y tenue esperanza; pero Él no nos echa fuera. 
Venimos por medio de la oración, y esa oración es imperfecta; con confesión, y esa confesión es deficiente; con alabanza, y esa alabanza no tiene muchos méritos; sin embargo, Él nos recibe. Venimos enfermos, contaminados, desgastados, e indignos; pero Él no nos echa fuera. 
Vengamos de nuevo a Él hoy, pues nunca nos echa fuera. 
 Charles Spurgeon

lunes, 30 de diciembre de 2019

Entonces andarás por tu camino confiadamente

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“Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará.” Proverbios 3: 23. 

Es decir, si seguimos los caminos de la sabiduría y de la santidad, seremos preservados en ellos.
 El que viaja a la luz del día por la calzada, está bajo la protección del rey. 
Hay un camino para cada persona, es decir, su propio llamamiento en la vida, y si nosotros caminamos en él, en el temor de Dios, Él nos preservará del mal. 
Tal vez no viajemos lujosamente, pero caminaremos con seguridad. 
Tal vez ya no podamos correr como lo hacen los jóvenes, pero podremos caminar como hombres buenos. 
Nuestro mayor peligro está en nosotros mismos: nuestro débil pie es muy tristemente propenso al tropiezo. 
Pidamos una mayor fortaleza moral, para que nuestra tendencia a resbalar pueda ser dominada. Algunos tropiezan porque no ven la piedra en el camino: la gracia divina nos capacita para ver el pecado, y así evitarlo.
 Hemos de argumentar esta promesa, y hemos de confiar en Aquel, que sostiene a Sus elegidos. 
¡Ay!, nuestro peor peligro es nuestra propia negligencia, pero el Señor nos ha puesto en guardia contra esto, diciendo: “Velad y orad.”
 ¡Oh, pidamos gracia para caminar hoy sin un solo tropiezo! No basta que no caigamos de hecho; nuestro clamor ha de ser que no experimentemos el menor resbalón con nuestro pie, sino que al fin adoremos a Quien es poderoso para protegernos de cualquier tropiezo.  
 Charles Spurgeon

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Confía en Él Señor y haz el bien

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“Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.” Salmo 37: 3 
Confía y haz son palabras que se entrelazan muy bien, en el orden en que el Espíritu Santo las ha colocado.
 Hemos de tener fe, y esa fe debe obrar. 
La confianza en Dios nos pone en la obra santa: confiamos en Dios para el bien, y luego hacemos el bien. No nos quedamos quietos porque confiamos, sino que nos levantamos y esperamos que el Señor obre a través nuestro y por nosotros. 
No nos corresponde preocuparnos y hacer el mal, sino confiar y hacer el bien. 
No confiamos sin hacer, ni hacemos sin confiar.
 Los adversarios quieren erradicarnos, si pudieran; pero confiando y haciendo, habitamos en la tierra. 
No entraremos en Egipto, sino que permaneceremos en la tierra de Emanuel: la providencia de Dios, la tierra de Canaán del amor del pacto.
 No se pueden deshacer de nosotros tan fácilmente como suponen los enemigos del Señor. 
No pueden echarnos fuera, ni destruirnos: allí donde Dios nos ha dado un nombre y un lugar, allí moraremos. 
Pero, ¿qué pasa con la provisión de nuestras necesidades? El Señor ha puesto un ‘en verdad’ a esta promesa. 
Tan cierto como que Dios es fiel, Su pueblo será alimentado. 
A ellos les corresponde confiar y hacer, y el Señor actuará de conformidad a su confianza. 
Si no son alimentados por los cuervos, o alimentados por Abdías, o alimentados por una viuda, de alguna manera ellos serán alimentados.
 ¡Fuera los temores! cofia en el Señor y haz el bien 
 Charles Spurgeon

sábado, 31 de agosto de 2019

¿Cuál es el propósito de la convicción de pecado?




El Espíritu nos convence de pecado para así traernos a Cristo. La convicción de pecado es el proceso que nos conduce a una perspectiva correcta de nuestras vidas a los ojos de Dios, para que podamos entregarnos por completo a su gracia y misericordia en la Cruz. Por consiguiente, inevitablemente sucede que la convicción mejora el carácter cristiano de dos formas:
Produce humildad. Cuando Pablo dice en Romanos 1.18-3.20 que los pecadores callarán, está creando este tipo de humildad. Toda boca es cerrada y todo el mundo es consciente de su culpa. Esto deja una huella duradera en la vida de una persona. Ser acallado ante el trono de Dios es una experiencia inolvidable. Se ve cada vez que hablamos con otros.
Produce gratitud. Entendemos la grandeza de la gracia de Dios en proporción a nuestro sentido de necesidad. Cuanto más comprendamos nuestra condición personal, mediante la convicción, más grandioso nos parecerá el amor de Dios. La gratitud crece mejor cuando es plantada en la convicción, igual que ciertas plantas han de ser plantadas en invierno para que florezcan en verano.
Las circunstancias que rodean nuestra entrada en el Reino de Dios son significativas en el mundo espiritual, del mismo modo que las circunstancias de nuestro nacimiento natural pueden serlo en nuestra vida. Puesto que Dios sabe lo que pretende hacer con nosotros y mediante nosotros como hijos suyos que somos, nos pone bajo distintos niveles de convicción.
Algunos, como aquellos que oyeron el sermón de Pedro el día de Pentecostés, tienen una convicción de pocos minutos; otros, como Pablo, unos cuantos días; otros atraviesan una oscura noche del alma que parece interminable, como Bunyan y Lutero.
Estas diferencias están en las manos de Dios. Lo que está en nuestras manos, sea cual sea la cantidad de convicción en nuestros corazones, es el venir a Cristo y confiar en Él completamente, y sólo en Él, como nuestro Salvador. Así, al aumentar cada vez más nuestro conocimiento de cuánto lo necesitamos, aprenderemos a vivir ante los ojos de Dios vidas de obediencia, con gratitud sincera.  Extracto del libro La vida cristiana: Una introducción doctrinal, por Sinclair Ferguson