Mateo 4:1-11
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti, y
En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
El arma principal que debemos utilizar para resistir a Satanás es la Biblia. Tres veces le ofreció el gran enemigo tentaciones a nuestro Señor. Tres veces su ofrecimiento fue rechazado, con un texto de la Escritura como razón: “Escrito está”.
Aquí tenemos una de las muchas razones por que debiéramos ser lectores diligentes de nuestras Biblias: la Palabra es “la espada del Espíritu”; nunca pelearemos una buena batalla si no la empleamos como arma principal. La Palabra es la “lámpara” de nuestros pies; nunca podremos seguir el camino del Rey que lleva al Cielo si no caminamos bajo su luz (Efesios 6:17; Salmo 119:105).
Es de temer que no nos dedicamos suficientemente a la lectura de la Biblia. No basta tener el Libro: debemos leerlo, y orar por nuestra lectura. No nos servirá de nada si siempre está cerrado en nuestras casas: debemos estar familiarizados con su contenido, y conservar sus textos en nuestra memoria y en nuestra mente. El conocimiento de la Biblia nunca se produce por intuición; sólo se consigue mediante una lectura concienzuda, regular, diaria, atenta y despierta. El tiempo y el esfuerzo que esto nos lleva, ¿los damos de mala gana? Si es así, aún no somos aptos para el Reino de Dios.
Aprendamos de este sencillo acto, aunque no aprendamos nada más de esta maravillosa historia, la excelsa autoridad de la Biblia y el inmenso valor de un conocimiento de su contenido.
Leámosla, investiguemos en ella, oremos con ella con diligencia, perseverancia y sin desmayar. Esforcémonos por estar tan familiarizados con sus páginas que sus textos vengan a nuestra memoria y los tengamos a punto en nuestra mano cuando los necesitemos. Que podamos enfrentarnos a cualquier perversión y falsa interpretación de su significado con aquellos miles de pasajes claros que están escritos y que son como un rayo de sol.
La Biblia es en verdad una espada, pero debemos prestar atención para conocerla bien y poder utilizarla con eficacia.
Aprendamos, por último, que Salvador tan compasivo es el Señor Jesucristo. “En cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18).
La compasión de Jesús es una verdad que debería tener especial valor para los creyentes, pues en ella encontrarán una mina de gran consuelo. No deberían olvidar nunca que tienen un poderoso Amigo en el Cielo, que se compadece de ellos en todas sus tentaciones y puede compartir todas sus ansiedades espirituales. ¿Son tentados alguna vez por Satanás a desconfiar del amor y la bondad de Dios? También lo fue Jesús. ¿Son tentados alguna vez a dar por supuesta la misericordia de Dios y ponerse en peligro de forma injustificada? También lo fue Jesús. ¿Son tentados alguna vez a cometer un pecado personal por lo que parece ser una buena consecuencia? También lo fue Jesús. ¿Son tentados alguna vez a prestar su oído a una aplicación incorrecta de la Escritura, como excusa para hacer algo mal? También lo fue Jesús. Él es justo el Salvador que necesita un pueblo que es tentado. Que acudan a Él por ayuda, y expongan delante de Él todos sus problemas; hallarán su oído siempre preparado para escuchar, y su corazón siempre preparado para tener compasión: Él puede comprender sus aflicciones.
¡Ojalá todos lleguemos a conocer, en nuestra experiencia, el valor de un Salvador compasivo!
No hay nada en este frío y engañoso mundo que se le pueda comparar. Aquellos que buscan su felicidad solamente en esta vida, y rechazan la religión de la Biblia, no tienen ni idea de lo que se están perdiendo: el verdadero bienestar. J.C. Ryle