La pureza, la limpieza de corazón, es la cosa más importante que ha de buscarse.
Necesitamos ser limpiados interiormente por medio del Espíritu y de la Palabra, y
entonces seremos limpios exteriormente por la consagración y la obediencia.
Hay
una íntima conexión entre los afectos y el entendimiento: si amamos el mal, no
podemos entender lo que es bueno.
Si el corazón es impuro, el ojo estará
empañado. ¿Cómo podrían ver a un Dios aquellos que aman las cosas profanas?
¡Qué privilegio tan grande es ver a Dios aquí! ¡Una mirada a Él es el cielo en la
tierra!
En Cristo Jesús los de limpio corazón ven al Padre.
Lo vemos a Él, Su
verdad, Su amor, Su propósito, Su soberanía, Su carácter del pacto, sí, lo vemos
a Él mismo en Cristo.
Pero esto es comprendido únicamente en la medida en que
el pecado es mantenido fuera del corazón. Únicamente aquellos que buscan la
santidad pueden clamar: “Mis ojos están siempre hacia Jehová.” El deseo de
Moisés: “Te ruego que me muestres tu gloria”, puede ser cumplido únicamente
conforme nos purifiquemos de toda iniquidad.
“Le veremos tal como él es”; “Y
todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo.” El gozo de la
presente comunión y la esperanza de la visión beatífica, son un urgente motivo
para la pureza de corazón y de vida.
¡Señor, limpia nuestro corazón para que
podamos verte! Charles Spurgeon