lunes, 30 de diciembre de 2019

Entonces andarás por tu camino confiadamente

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“Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará.” Proverbios 3: 23. 

Es decir, si seguimos los caminos de la sabiduría y de la santidad, seremos preservados en ellos.
 El que viaja a la luz del día por la calzada, está bajo la protección del rey. 
Hay un camino para cada persona, es decir, su propio llamamiento en la vida, y si nosotros caminamos en él, en el temor de Dios, Él nos preservará del mal. 
Tal vez no viajemos lujosamente, pero caminaremos con seguridad. 
Tal vez ya no podamos correr como lo hacen los jóvenes, pero podremos caminar como hombres buenos. 
Nuestro mayor peligro está en nosotros mismos: nuestro débil pie es muy tristemente propenso al tropiezo. 
Pidamos una mayor fortaleza moral, para que nuestra tendencia a resbalar pueda ser dominada. Algunos tropiezan porque no ven la piedra en el camino: la gracia divina nos capacita para ver el pecado, y así evitarlo.
 Hemos de argumentar esta promesa, y hemos de confiar en Aquel, que sostiene a Sus elegidos. 
¡Ay!, nuestro peor peligro es nuestra propia negligencia, pero el Señor nos ha puesto en guardia contra esto, diciendo: “Velad y orad.”
 ¡Oh, pidamos gracia para caminar hoy sin un solo tropiezo! No basta que no caigamos de hecho; nuestro clamor ha de ser que no experimentemos el menor resbalón con nuestro pie, sino que al fin adoremos a Quien es poderoso para protegernos de cualquier tropiezo.  
 Charles Spurgeon

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Confía en Él Señor y haz el bien

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“Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.” Salmo 37: 3 
Confía y haz son palabras que se entrelazan muy bien, en el orden en que el Espíritu Santo las ha colocado.
 Hemos de tener fe, y esa fe debe obrar. 
La confianza en Dios nos pone en la obra santa: confiamos en Dios para el bien, y luego hacemos el bien. No nos quedamos quietos porque confiamos, sino que nos levantamos y esperamos que el Señor obre a través nuestro y por nosotros. 
No nos corresponde preocuparnos y hacer el mal, sino confiar y hacer el bien. 
No confiamos sin hacer, ni hacemos sin confiar.
 Los adversarios quieren erradicarnos, si pudieran; pero confiando y haciendo, habitamos en la tierra. 
No entraremos en Egipto, sino que permaneceremos en la tierra de Emanuel: la providencia de Dios, la tierra de Canaán del amor del pacto.
 No se pueden deshacer de nosotros tan fácilmente como suponen los enemigos del Señor. 
No pueden echarnos fuera, ni destruirnos: allí donde Dios nos ha dado un nombre y un lugar, allí moraremos. 
Pero, ¿qué pasa con la provisión de nuestras necesidades? El Señor ha puesto un ‘en verdad’ a esta promesa. 
Tan cierto como que Dios es fiel, Su pueblo será alimentado. 
A ellos les corresponde confiar y hacer, y el Señor actuará de conformidad a su confianza. 
Si no son alimentados por los cuervos, o alimentados por Abdías, o alimentados por una viuda, de alguna manera ellos serán alimentados.
 ¡Fuera los temores! cofia en el Señor y haz el bien 
 Charles Spurgeon

sábado, 31 de agosto de 2019

¿Cuál es el propósito de la convicción de pecado?




El Espíritu nos convence de pecado para así traernos a Cristo. La convicción de pecado es el proceso que nos conduce a una perspectiva correcta de nuestras vidas a los ojos de Dios, para que podamos entregarnos por completo a su gracia y misericordia en la Cruz. Por consiguiente, inevitablemente sucede que la convicción mejora el carácter cristiano de dos formas:
Produce humildad. Cuando Pablo dice en Romanos 1.18-3.20 que los pecadores callarán, está creando este tipo de humildad. Toda boca es cerrada y todo el mundo es consciente de su culpa. Esto deja una huella duradera en la vida de una persona. Ser acallado ante el trono de Dios es una experiencia inolvidable. Se ve cada vez que hablamos con otros.
Produce gratitud. Entendemos la grandeza de la gracia de Dios en proporción a nuestro sentido de necesidad. Cuanto más comprendamos nuestra condición personal, mediante la convicción, más grandioso nos parecerá el amor de Dios. La gratitud crece mejor cuando es plantada en la convicción, igual que ciertas plantas han de ser plantadas en invierno para que florezcan en verano.
Las circunstancias que rodean nuestra entrada en el Reino de Dios son significativas en el mundo espiritual, del mismo modo que las circunstancias de nuestro nacimiento natural pueden serlo en nuestra vida. Puesto que Dios sabe lo que pretende hacer con nosotros y mediante nosotros como hijos suyos que somos, nos pone bajo distintos niveles de convicción.
Algunos, como aquellos que oyeron el sermón de Pedro el día de Pentecostés, tienen una convicción de pocos minutos; otros, como Pablo, unos cuantos días; otros atraviesan una oscura noche del alma que parece interminable, como Bunyan y Lutero.
Estas diferencias están en las manos de Dios. Lo que está en nuestras manos, sea cual sea la cantidad de convicción en nuestros corazones, es el venir a Cristo y confiar en Él completamente, y sólo en Él, como nuestro Salvador. Así, al aumentar cada vez más nuestro conocimiento de cuánto lo necesitamos, aprenderemos a vivir ante los ojos de Dios vidas de obediencia, con gratitud sincera.  Extracto del libro La vida cristiana: Una introducción doctrinal, por Sinclair Ferguson

sábado, 20 de julio de 2019

Cumplirá el deseo de los que le temen



“Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.” Salmo 145: 19.

Su propio Espíritu ha obrado este deseo en nosotros, y por tanto, lo satisfará.
 Es Su propia vida interior la que incita el clamor, y, por ello, lo oirá.
 Los que le temen son hombres que están bajo la más santa influencia, y, por ello, su deseo es glorificar a Dios, y gozar de Él para siempre.
 Como Daniel, son hombres de deseos, y el Señor los conducirá a cumplir sus aspiraciones. 
Los deseos santos son gracia en la hierba, y el Labrador celestial los cultivará hasta que lleguen a ser grano lleno en la espiga. 
Los hombres temerosos de Dios desean ser santos, ser útiles, ser una bendición para otros, y así honrar a su Señor.
 Ellos desean provisiones para sus necesidades, ayudas cuando están bajo el peso de sus cargas, guía en medio de la perplejidad, liberación en la calamidad; y algunas veces este deseo es tan fuerte, y su caso es tan apremiante, que claman en agonía, como niños pequeñitos que sufren dolor, y entonces el Señor obra de una manera sumamente integral, y hace todo lo que es necesario, de conformidad a Su palabra: “Y los salvará”. 
Sí, si tememos a Dios, no debemos temer nada más; si clamamos al Señor, nuestra salvación es cierta. El lector ha de poner este texto en su lengua, y ha de conservarlo en su boca todo el día, y será para él como “una hojuela con miel”.

Charles H. Spurgeon


martes, 11 de junio de 2019

“Y al que a mí viene, no le echo fuera.” Juan 6: 3


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 ¿Hay algún caso en el que nuestro Señor hubiere echado fuera a alguien que viniera a Él?
 Si existiera un caso así, nos gustaría conocerlo; pero no ha habido ningún caso, y nunca lo habrá. 
Entre las almas perdidas en el infierno no hay una sola que pudiera decir: “yo vine a Jesús, y Él me rechazó.” 
No es posible que tú o yo fuéramos los primeros a quienes Jesús no les cumpla Su palabra. 
No abriguemos una sospecha tan oscura.
 Supongan que acudimos a Jesús en relación a nuestros males de hoy. 
De esto podemos estar seguros: Él no nos denegará una audiencia, ni nos echará fuera.
 Aquellos de nosotros que hemos ido con frecuencia a Él, y aquellos que no han ido nunca antes: vamos juntos, y comprobaremos que Él no cerrará en la cara de ninguno de nosotros la puerta de Su gracia. 
“Este a los pecadores recibe”, pero a nadie desecha.
 Venimos a Él en debilidad y pecado, con temblorosa fe, escaso conocimiento, y tenue esperanza; pero Él no nos echa fuera. Venimos por medio de la oración, y esa oración es imperfecta; con confesión, y esa confesión es deficiente; con alabanza, y esa alabanza no tiene muchos méritos; sin embargo, Él nos recibe. Venimos enfermos, contaminados, desgastados, e indignos; pero Él no nos echa fuera. 
Vengamos de nuevo a Él hoy, pues nunca nos echa fuera.  
 Charles Spurgeon

martes, 14 de mayo de 2019

“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.” Mateo 5: 8.




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La pureza, la limpieza de corazón, es la cosa más importante que ha de buscarse.
 Necesitamos ser limpiados interiormente por medio del Espíritu y de la Palabra, y entonces seremos limpios exteriormente por la consagración y la obediencia. 
Hay una íntima conexión entre los afectos y el entendimiento: si amamos el mal, no podemos entender lo que es bueno. 
Si el corazón es impuro, el ojo estará empañado. ¿Cómo podrían ver a un Dios aquellos que aman las cosas profanas?
 ¡Qué privilegio tan grande es ver a Dios aquí! ¡Una mirada a Él es el cielo en la tierra!
 En Cristo Jesús los de limpio corazón ven al Padre.
 Lo vemos a Él, Su verdad, Su amor, Su propósito, Su soberanía, Su carácter del pacto, sí, lo vemos a Él mismo en Cristo.
 Pero esto es comprendido únicamente en la medida en que el pecado es mantenido fuera del corazón. Únicamente aquellos que buscan la santidad pueden clamar: “Mis ojos están siempre hacia Jehová.” El deseo de Moisés: “Te ruego que me muestres tu gloria”, puede ser cumplido únicamente conforme nos purifiquemos de toda iniquidad.
 “Le veremos tal como él es”; “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo.” El gozo de la presente comunión y la esperanza de la visión beatífica, son un urgente motivo para la pureza de corazón y de vida. 
¡Señor, limpia nuestro corazón para que podamos verte!           Charles Spurgeon

martes, 23 de abril de 2019

D E D I C A C I Ó N M A T I N A L


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 ¡Dios Todopoderoso! Mientras cruzo el umbral de este día, yo Te confío, a mí misma alma, cuerpo, relaciones, amigos, a tu cuidado.
 Vigílame, guárdame, oriéntame, dirígeme santifícame, bendíceme. Inclina mi corazón hacia Tus caminos.
 Moldéame totalmente a imagen de Jesús, como un alfarero hace con el barro. 
Que mis labios sean un arpa bien afinada para resonar Tu alabanza. 
Haz que aquellos que me rodean me vean viviendo por Tu Espíritu, pisando el mundo bajo los pies, no conformado a las mentirosas vanidades, transformado por una mente renovada, revestido con toda la armadura de Dios, brillando como una luz que nunca disminuye, demostrando santidad en todas mis acciones.
 No permitas que ningún mal este día manche mis pensamientos, palabras, manos. 
Que yo pueda peregrinar por caminos lodosos con una vida pura de mancha u oscuridad. 
En las acciones necesarias, haz que mi afecto esté en el cielo, y mi amor elevado en llamas de fuego, mi mirada fija en cosas invisibles, mis ojos abiertos al vacío, frágiles, lejos de la tierra y sus vanidades.
 Que yo pueda consultar todas las cosas en el espejo de la eternidad, a la espera de la venida de mi Señor, oyendo el llamado de la última trompeta, avivando el nuevo cielo y la nueva tierra. 
Ordena en este día todas mis conversaciones de acuerdo con Tu sabiduría, y a la ganancia del bien común.
 No permitas que yo no sea beneficiado o hecho útil. Que yo pueda hablar cada palabra como si fuera mi última palabra, y andar cada paso como el último.
 Si mi vida fuera a terminar hoy, que este sea mi mejor día. 
Oraciones puritanas 

martes, 9 de abril de 2019

E N O R A C I Ó N


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 ¡Oh Señor!
 En oración yo me lanzo lejos, en el mundo eterno, y en este gran océano, el alma mía triunfa sobre todos los males, en las orillas de la mortalidad. El tiempo con sus diversiones alegres y decepciones crueles nunca parecen tan desconsideradas como en esta ocasión. 

En oración me veo como nada; Encuentro mi corazón buscándote con intensidad y anhelo con sed vehemente vivir para Ti. Benditos sean los fuertes vientos del Espíritu Santo que en mí apresuran, mi camino hacia la Nueva Jerusalén.

 En oración, todas las cosas aquí abajo se desvanecen, y nada parece importante, sino solamente la santidad del corazón y la salvación de los demás.

 En oración todas mis preocupaciones mundanas, miedos, angustias, desaparecen, y son de tan poca importancia como un soplo de viento.

 En oración, mi alma se regocija interiormente con pensamientos vivificados como los que Tú estás haciendo para Tu iglesia, y yo ansío que Tú obtengas un grandioso nombre de los pecadores que vuelven a Sion.

 En oración yo soy elevado por encima de los ceños fruncidos y lisonjas de la vida, y saboreo las alegrías celestiales; entrando en el mundo eterno yo puedo entregarme a Ti con todo mi corazón, para ser Tuyo para siempre.  

En oración yo puedo colocar todas mis preocupaciones en Tus manos, y estar a Tu entera disposición, no teniendo ninguna voluntad o interés propio.

 En oración yo puedo interceder por mis amigos, ministros, pecadores, iglesia, Tu Reino venidero, con mayor libertad, esperanzas ardientes, como un hijo a su padre, como alguien que ama a su amado. 

Ayúdame a estar siempre en oración y nunca dejar de orar.

Oraciones puritanas

viernes, 5 de abril de 2019

La gran importancia de perseverar en oración

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También les refirió una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lucas 18:1-8).
Estos versículos nos enseñan la gran importancia de perseverar en oración. Nuestro Señor transmite esta lección contando la historia de una viuda sin amigos que consiguió, a fuerza de una gran importunidad, que un juez malvado hiciera justicia. “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre—dijo el juez injusto—, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia”. Nuestro Señor mismo aporta la aplicación de la parábola: “Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?”. Si la importunidad consigue tanto de un hombre malo, ¡cuánto más conseguirá para los hijos de Dios de parte del Juez justo, su Padre celestial!
El asunto de la oración debería interesar a los cristianos. La oración es el aliento vital mismo del cristianismo genuino. Aquí es donde comienza la religión. Aquí florece. Aquí decae. La oración es una de las primeras evidencias de la conversión (Hechos 9:11). No orar es el camino seguro a la caída (Mateo 26:40-41). Todo lo que arroja luz sobre la cuestión de la oración es saludable para nuestra alma.
Por tanto, grábese profundamente en nuestras mentes que es mucho más fácil comenzar con el hábito de la oración que conservarlo. El temor a la muerte, algún remordimiento de conciencia transitorio, algunos sentimientos de emoción pueden hacer que alguien comience a orar inmediatamente, pero continuar orando requiere fe. Tenemos tendencia a cansarnos y a ceder a la sugerencia de Satanás de que no vale para nada. Y es entonces cuando debemos recordar con cuidado la parábola que tenemos delante. Recordemos que nuestro Señor nos dijo expresamente que debíamos “orar siempre, y no desmayar”.
¿Sentimos siempre una inclinación secreta a ir rápido en nuestras oraciones, a descuidarlas o hasta omitirlas? Cuando este ocurre, sin duda es una tentación directa del diablo. Está tratando de socavar y minar la ciudadela misma de nuestras almas y hacernos descender al Infierno. Resistamos la tentación y démosle la espalda. Decidamos orar con firmeza, paciencia y perseverancia, y nunca dudemos de que nos hace bien. Por mucho tiempo que tarde en llegar la respuesta, sigamos orando. Independientemente del sacrificio y la negación de mí mismo que suponga, continuemos orando: “Orad sin cesar”, “perseverad en la oración” (1 Tesalonicenses 5:17; Colosenses 4:2). Armemos nuestras mentes con esta parábola y, mientras vivamos, entre todas las cosas a las que dedicamos tiempo, apartemos tiempo para orar.   J.C. Ryle

viernes, 22 de marzo de 2019

El Médico por excelencia

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Y Leví le ofreció un gran banquete en su casa; y había un grupo grande de recaudadores de impuestos y de otros que estaban sentados a la mesa con ellos. Y los fariseos y sus escribas se quejaban a los discípulos de Jesús, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los recaudadores de impuestos y con los pecadores? Respondiendo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento (Lucas 5:29-32).
Uno de los principales oficios de Cristo es el de Médico. A los escribas y fariseos les parecía mal que Él comiera y bebiera con los publicanos y pecadores. Pero “al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”.
El Señor Jesús no vino a este mundo, como algunos suponen, para no ser nada más que un legislador, un rey, un maestro y un ejemplo. Si este hubiera sido el único propósito de su venida, habría resultado poco consolador para el hombre. Las dietas y las normas de vida están muy bien para el convaleciente, pero no sirven para aquel que tiene una enfermedad mortal. Un maestro y un ejemplo pueden bastar para un ser no caído como Adán en el huerto de Edén. Pero los pecadores caídos como nosotros necesitan primero ser sanados antes de poder apreciar las normas.
El Señor Jesús vino al mundo para ser médico además de maestro. Conocía las necesidades de la naturaleza humana. Nos veía enfermos de una enfermedad mortal, derribados por la plaga del pecado y extinguiéndonos día a día. Tuvo misericordia de nosotros y descendió para traernos medicina divina para nuestra liberación. Vino para dar salud y curar a los moribundos, para sanar a los quebrantados de corazón y dar fuerza a los débiles. No hay alma alguna enferma por el pecado que se haya alejado demasiado de Él. Se gloría en sanar y hacer volver a la vida a los casos más desesperados. El gran Médico de las almas se basta en cuanto a destreza infalible, sensibilidad incansable y larga experiencia junto a la enfermedad espiritual del hombre. No hay nadie como Él.
¿Pero qué conocemos nosotros de este oficio especial de Cristo? ¿Hemos reconocido nuestra enfermedad espiritual y acudido a Él en busca de liberación?
Necesitamos que se nos recuerde constantemente que Jesús no vino meramente como maestro, sino como el Salvador de lo que estaba completamente perdido, y que solo pueden recibir beneficio de Él aquellos que confiesen que están perdidos, arruinados y sin esperanza, y que son unos miserables pecadores.
Utilicemos esta tremenda verdad si no lo hemos hecho ya. ¿Somo consciente de nuestra propia maldad e impiedad? ¿Pensamos que no merecemos nada más que ira y condenación? Después, comprendamos que somos las personas por quienes Jesús vino al mundo. Si nos consideramos justos, Cristo no tiene nada que decirnos. Pero, si nos consideramos pecadores, Cristo nos llama al arrepentimiento. Que el llamamiento no sea en vano.     J.C. Ryle

lunes, 11 de marzo de 2019

Catecismo de Spurgeon Charles H. Spurgeon (1834-1892)

El Catecismo Breve de Westminster Catecismo Breve de Westminster Catecismo Breve de Westminster es la confesión de fe presbiteriana adoptada en 1648 por las Iglesias de Escocia, Inglaterra e Irlanda. La Confesión de Fe Bautista de Londres fesión de Fe Bautista de Londres fesión de Fe Bautista de Londres fue redactada en 1677 y publicada por la Asamblea General de las iglesias de Bautistas Particulares en 1689. Casi idéntica a la Confesión de We Confesión de Westminster Confesión de Westminster, stminster sus diferencias principales tienen que ver con el gobierno congregacional de la iglesia y el bautismo del creyente. El Catecismo Bautista Catecismo Bautista Catecismo Bautista fue escrito en 1693 por William Collins y Benjamín Keach para la enseñanza de las doctrinas de la Confesión de Lo Confesión de Lo Confesión de Londres. Para 1738, este catecismo había sido adoptado en Filadelfia por la Asociación de Bautistas en América, precursora espiritual de todas las iglesias bautistas en los Estados Unidos. Spurgeon lo editó y volvió a imprimir en 1855, acor Spurgeon tando las explicaciones de los Diez Mandamientos y del Padrenuestro. Por lo tanto, ¡este catecismo que tiene usted en su mano es en esencia el que los bautistas de habla inglesa han usado para enseñar a sus familias los últimos 300 años!


 1. P. ¿Cuál es la finalidad principal del hombre? 
 R. La finalidad principal del hombre es glorificar a Dios (1 Corintios 10:31) y disfrutar de él para siempre (Salmo 73:25-26). 

2. P. ¿Qué regla ha dado Dios para hacernos saber cómo podemos glorificarle y disfrutar de él?
 R. La Palabra de Dios que se encuentra en las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento (Efesios 2:20; 2 Timoteo 3:16) es la única regla para hacernos saber cómo podemos glorificar a Dios y disfrutar de él (1 Juan 1:3).

 3. P. ¿Qué enseñan principalmente las Escrituras?
 R. Las Escrituras enseñan principalmente lo que el hombre debe creer acerca de Dios, y qué deberes Dios requiere del hombre (2 Timoteo 1:13; Eclesiastés 12:13).

 4. P. ¿Qué es Dios?
 R. Dios es Espíritu (Juan 4:24), infinito (Job 11:7), eterno (Salmo 90:2; 1 Timoteo 1:17) e inmutable (Santiago 1:17) en su ser (Éxodo 3:14), en sabiduría, poder (Salmo 147:5), santidad (Apocalipsis 4:8), justicia, bondad y verdad (Éxodo 34:6-7).

 5. P. ¿Hay más de un Dios?
 R. Hay solo uno (Deuteronomio 6:4), el Dios vivo y verdadero (Jeremías 10:10).

 6. P. ¿Cuántas personas constituyen la deidad? 
R. Son tres las personas que constituyen la deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y estos tres son un solo Dios, de la misma esencia, iguales en poder y gloria (1 Juan 5:7; Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14).

 7. P. ¿Cuáles son los decretos de Dios? 
 R. Los decretos de Dios son su propósito eterno, según los designios de su voluntad, por lo que para su propia gloria ha predeterminado todo lo que habrá de pasar (Efesios 1:11-12).

 8. P. ¿Cómo ejecuta Dios sus decretos?
 R. Dios ejecuta sus decretos en las obras de la creación (Apocalipsis 4:11) y en su providencia. (Daniel 4:35).

 9. P. ¿Cuál es la obra de la creación?
 R. La obra de la creación es Dios haber hecho de la nada todas las cosas (Génesis 1:1), por la palabra de su poder (Hebreos 11:3) en el espacio de seis días (Éxodo 20:11) y todas ellas muy buenas (Génesis 1:31). 

10. P. ¿Cómo creó Dios al hombre?
 R. Dios creó al hombre, varón y hembra, según su propia imagen (Génesis 1:27) en lo que respecta a conocimiento, justicia y santidad (Colosenses 3:10, Efesios 4:24) con dominio sobre las criaturas (Génesis 1:28).

 11. P. ¿Cuáles son las obras de providencia de Dios? 
 R. Las obras de providencia de Dios son sus más santas (Salmos 145:17), sabias (Isaías 28:29) y poderosas (Hebreos 1:3), preservando su soberanía sobre todas sus criaturas y todas las acciones de ellas (Salmo 103:19; Mateo 10:29). 

12. P. ¿Qué acto especial de providencia hizo Dios hacia el hombre en el estado en que fue creado?
 R. Cuando Dios creó al hombre, hizo un pacto de vida con él, con la condición de una obediencia perfecta (Gálatas 3:12), prohibiéndole comer del árbol del conocimiento del bien y el mal, so pena de muerte (Génesis 2:17).

 13. P. ¿Continuaron nuestros primeros padres en el estado en que fueron creados? 
 R. Nuestros primeros padres, habiendo tenido libre albedrío, cayeron del estado en que fueron creados al pecar contra Dios (Eclesiastés 7:29) por comer del fruto prohibido (Génesis 3:6-8).

 14. P. ¿Qué es el pecado?
 R. Pecado es cualquier falla en conformarse a la ley de Dios o transgresión contra ella (1 Juan 3:4). 

15. P. ¿Cayó todo el género humano en la primera transgresión de Adán?
 R. Habiendo sido el pacto hecho con Adán, no solo fue para él sino para su posteridad, por lo que toda la humanidad descendiente de él según generación ordinaria, pecó en él y cayó con él en su primera transgresión (1 Corintios 15:22; Romanos 5:12). 

16. P. ¿A qué estado llevó a la humanidad la Caída?
 R. La Caída llevó a la humanidad a un estado de pecado y condenación (Romanos 5:18).

 17. P. ¿En qué consiste el estado pecaminoso en que cayó el hombre?
 R. Lo pecaminoso del estado en que cayó el hombre consiste en la culpabilidad del primer pecado de Adán (Romanos 5:19), la falta de justicia original (Romanos 3:10) y la corrupción de toda su naturaleza, comúnmente denominada pecado original (Efesios 2:1; Salmo 51:5), junto con todas las transgresiones concretas que proceden de ella (Mateo 15:19). 

18. P. ¿Cuál es la condenación del estado en que cayó el hombre?
 R. Toda la humanidad, por su Caída, perdió la comunión con Dios (Génesis 3:8, 24), se encuentra bajo su ira y maldición (Efesios 2:3, Gálatas 3:10), y por lo tanto es responsable de todas las desgracias en esta vida, de la muerte misma, y los sufrimientos eternos del infierno (Romanos 6:23; Mateo 25:41). 

19. P. ¿Dejó Dios a toda la humanidad para que pereciera en su estado de pecado y condenación?
 R. Dios, por su buena voluntad, escogió desde toda la eternidad a algunos para vida eterna (2 Tesalonicenses 2:13), hizo un pacto de gracia para librarlos del estado de pecado y condenación, y para llevarlos a estado de salvación por obra de un Redentor (Romanos 5:21). 

20. P. ¿Quién es el Redentor de los escogidos Dios?
 R. El único Redentor de los escogidos de Dios es el Señor Jesucristo (1 Timoteo 2:5) quien siendo el Hijo eterno de Dios, se hizo hombre (Juan 1:14) y, por lo tanto, fue y sigue siendo eternamente Dios y hombre, una sola persona con dos naturalezas distintas (1 Timoteo 3:16; Colosenses 2:9). 

21. P. ¿Cómo Cristo, siendo el Hijo de Dios, se hizo hombre? 
 R. Cristo, el Hijo de Dios, se hizo hombre tomando para sí un cuerpo (Hebreos 2:14) y un alma racional (Mateo 26:38, Hebreos 4:15), siendo concebido por el poder del Espíritu Santo en la Virgen María, y nacido de ella (Lucas 1:31, 35), pero sin pecado (Hebreos 7:26). 

22. P. ¿Qué oficios cumple Cristo como nuestro Redentor?
 R. Como nuestro Redentor, Cristo cumple los oficios de un profeta (Hechos 3:22), de un sacerdote (Hebreos 5:6) y de un rey (Salmo 2:6), tanto en su estado de humillación como en su exaltación.

 23. P. ¿Cómo cumple Cristo el oficio de profeta? 
 R. Cristo cumple el oficio de profeta al revelarnos (Juan 1:18), por medio de su Palabra (Juan 20:31) y del Espíritu (Juan 14:26), la voluntad de Dios para nuestra salvación.

 24. P. ¿Cómo cumple Cristo el oficio de sacerdote? 
 R. Cristo cumple el oficio de sacerdote al ofrecerse a sí mismo en sacrificio para satisfacer la justicia divina (Hebreos 9:28) y para reconciliarnos con Dios (Hebreos 2:17) e intercediendo continuamente por nosotros (Hebreos 7:25). 

25. P. ¿Cómo cumple Cristo el oficio de Rey?
 R. Cristo cumple el oficio de rey al sujetarnos a sí mismo (Salmo 110:3), al gobernarnos y defendernos (Mateo 2:6; 1 Corintios 15:25) y al restringir y vencer a todos sus enemigos y los nuestros. 

26. P. ¿En qué consistió la humillación de Cristo? 
 R. La humillación de Cristo consistió en haber nacido, y hacerlo en una condición humilde (Lucas 2:7), estar bajo la ley (Gálatas 4:4), pasar por los sufrimientos de esta vida (Isaías 53:3), por la ira de Dios (Mateo 27:46) y la muerte abominable de la cruz (Filipenses 2:8), en ser sepultado y continuar bajo el poder de la muerte por un tiempo (Mateo 12:40).

 27. P. ¿En qué consiste la exaltación de Cristo? 
 R. La exaltación de Cristo consiste en haber resucitado de entre los muertos al tercer día (1 Corintios 15:4), en haber ascendido al cielo y estar sentado a la diestra de Dios Padre (Marcos 16:19) y en venir para juzgar al mundo en el día final (Hechos 17:31).

 28. P. ¿Cómo somos hechos partícipes de la redención comprada por Cristo? 
 R. Somos hechos partícipes de la redención comprada por Cristo por la aplicación eficaz de la misma a nosotros (Juan 1:12), por medio de su Santo Espíritu (Tito 3:5-6). 

29. P. ¿De qué manera nos aplica el Espíritu la redención comprada por Cristo?
 R. El Espíritu nos aplica la redención comprada por Cristo, por medio de la fe (Efesios 2:8), y por ella nos une a Cristo en nuestro llamamiento eficaz (Efesios 3:17). 

30. P. ¿Qué es el llamamiento eficaz? 
 R. El llamamiento eficaz es la obra del Espíritu de Dios (2 Timoteo 1:9) el cual, convenciéndonos de nuestro pecado y condenación (Hechos 2:37), iluminando nuestra mente con el conocimiento de Cristo (Hechos 26:18) y con la renovación de nuestra voluntad (Ezequiel 36:26), nos persuade y capacita para aceptar a Jesucristo ofrecido a nosotros gratuitamente en el Evangelio (Juan 6:44-45). 

31. P. ¿De qué beneficios gozan en esta vida los llamados eficazmente?
 R. Los que son eficazmente llamados, gozan en esta vida de la justificación (Romanos 8:30), adopción (Efesios 1:5), santificación y los diversos beneficios que en esta vida acompañan o se derivan de ellas (1 Corintios 1:30).

 32. P. ¿Qué es la justificación?
 R. La justificación es un acto de la gracia de Dios, en que él perdona todos nuestros pecados (Romanos 3:24, Efesios 1:7) y nos acepta como justos delante de él (2 Corintios 5:21) solo por la justicia de Cristo imputada a nosotros (Romanos 5:19) y recibida solo por fe (Gálatas 2:16; Filipenses 3:9).

 33. P. ¿Qué es la adopción? 
 R. La adopción es un acto de la gracia de Dios (1 Juan 3:1), por el cual somos contados entre los salvos y tenemos derecho a todos los privilegios de los hijos de Dios (Juan 1:12, Romanos 8:17). 

34. P. ¿Qué es la santificación? 
 R. La santificación es la obra del Espíritu de Dios (2 Tesalonicenses 2:13), por la que somos renovados en todo a imagen de Dios (Efesios 4:24) y nos vamos capacitando más y más para morir al pecado y vivir para Dios (Romanos 6:10-11). 

35. P. ¿Cuáles son los beneficios que en esta vida acompañan o se derivan de la justificación, la adopción y la santificación?
 R. Los beneficios que en esta vida acompañan o se derivan de la justificación (Romanos 5:1-2, 5) son la garantía del amor de Dios, la limpia conciencia, el gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17), el aumento de la gracia y la perseverancia en ella hasta el final (Proverbios 4:18; 1 Pedro 1:5; 1 Juan 5:13). 

36. P. ¿Qué beneficios reciben los creyentes de Cristo al morir? 
 R. Las almas de los creyentes al morir se perfeccionan en santidad (Hebreos 12:23) y pasan inmediatamente a la gloria (Filipenses 1:23; 2 Corintios 5:8; Lucas 23:43), y sus cuerpos, estando todavía unidos a Cristo (1 Tesalonicenses 4:14), descansan en sus tumbas (Isaías 57:2) hasta la Resurrección (Job 19:26). 

37. P. ¿Qué beneficios reciben de Cristo los creyentes en la Resurrección?
 R. En la Resurrección, los creyentes resucitarán en gloria (1 Corintios 15:43), serán reconocidos y absueltos en el día del juicio (Mateo 10:32) y serán bendecidos perfectamente tanto en el alma como en el cuerpo y disfrutarán de Dios plenamente (1 Juan 3:2) por toda la eternidad (1 Tesalonicenses 4:17). 

38. P. ¿Qué se le hará a los impíos al morir? 
 R. Al morir, las almas de los impíos serán echadas en los tormentos del infierno (Lucas 16:22-24) y sus cuerpos yacerán en sus tumbas hasta la Resurrección y el juicio del gran día (Salmos 49:14).

 39. P. ¿Qué se le hará a los impíos el día del juicio? 
 R. En el día del juicio los cadáveres de los impíos se levantarán de sus tumbas, serán condenados junto con sus almas, a indecibles tormentos con el diablo y sus ángeles para siempre. (Daniel 12:2, Juan 5:28-29; 2 Tesalonicenses 1:9; Mateo 25:41).

 40. P. ¿Qué fue lo primero que Dios reveló al hombre como norma para obedecer?
 R. La primera norma para obedecer que Dios reveló al hombre, es la ley moral (Deuteronomio 10:4; Mateo 19:17), que se resume en los diez mandamientos.

 41. P. ¿Cuál es la suma de los diez mandamientos?
 R. La suma de los diez mandamientos es amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas, y con toda nuestra mente y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-40). 

42. P. ¿Cuál es el primer mandamiento? 
 R. El primer mandamiento es: "No tendrás dioses ajenos delante de mí".

 43. P. ¿Qué requiere el primer mandamiento?
 R. El primer mandamiento requiere que conozcamos (1 Crónicas 28:9) y reconozcamos que Dios es el único Dios verdadero, y Dios nuestro, (Deuteronomio 26:17) y que por consiguiente lo adoremos y glorifiquemos (Mateo 4:10).

 44. P. ¿Cuál es el segundo mandamiento? 
 R. El segundo mandamiento es: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visitó la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

 45. P. ¿Qué requiere el segundo mandamiento?
 R. El segundo mandamiento requiere que recibamos, guardemos (Deuteronomio 32:46; Mateo 28:20) y mantengamos la pureza y totalidad de toda la adoración religiosa y las ordenanzas que Dios ha mandado en su Palabra (Deuteronomio 12:32).

 46. P. ¿Qué prohíbe el segundo mandamiento?
 R. El segundo mandamiento prohíbe la adoración a Dios por medio de imágenes (Deuteronomio 4:15-16) o cualquier otra forma que no decreta en su Palabra. (Colosenses 2:18).

 47. P. ¿Cuál es el tercer mandamiento? 
 R. El tercer mandamiento es: "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano".

 48. P. ¿Qué requiere el tercer mandamiento? 
 R. El tercer mandamiento requiere el uso santo y reverente de los nombres de Dios (Salmo 29:2), sus títulos, atributos (Apocalipsis 15:3-4), ordenanzas (Eclesiastés 5:1), palabra (Salmo 138:2) y obras (Job 36:24; Deuteronomio 28:58-59). 

49. P. ¿Cuál es el cuarto mandamiento?
 R. El cuarto mandamiento es: "Acuérdate del día de reposo para santificarlo; seis días trabajarás, y harás toda tu obra; más el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó."

 50. P. ¿Qué requiere el cuarto mandamiento?
 R. El cuarto mandamiento requiere guardar en santidad para Dios los tiempos que él ha designado en su Palabra, expresamente un día entero de siete, para ser un día de reposo santo dedicado a él (Levítico 19:30; Deuteronomio 5:12).

 51. P. ¿Cómo se debe santificar el día de reposo?
 R. El día de reposo ha de ser santificado por medio de un descanso santo todo el día, incluso de las actividades y diversiones que son lícitas en los demás días (Levítico 23:3), a fin de emplear todo el tiempo a las prácticas públicas y privadas de adoración a Dios (Salmo 92:1-2, Isaías 58:13-14), excepto las actividades que son por necesidad y de misericordia. (Mateo 12:11-12).

 52. P. ¿Cuál es el quinto mandamiento? 
 R. El quinto mandamiento es: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da".

 53. P. ¿Qué requiere el quinto mandamiento? 
 R. El quinto mandamiento requiere una conducta que honra y cumple los derechos de cada persona en sus diversas posiciones y relaciones como superiores (Efesios 5:21-22; Efesios 6:1, 5; Romanos 13:1), inferiores (Efesios 6:9) o iguales (Romanos 12:10).

 54. P. ¿Cuál es la razón agregada al quinto mandamiento? 
 R. La razón agregada al quinto mandamiento es la promesa de larga vida y prosperidad, mientras sea para la gloria de Dios, y el propio bien, de todos los que guardan este mandamiento (Efesios 6:2-3). 

55. P. ¿Cuál es el sexto mandamiento? 
 R. El sexto mandamiento es: "No matarás". 

56. P. ¿Qué prohíbe el sexto mandamiento? 
 R. El sexto mandamiento prohíbe quitarse la vida (Hechos 16:28) o quitarle la vida injustamente a nuestro prójimo (Génesis 9:6) o cualquier cosa que lleve a ello (Proverbios 24:11-12).

 57. P. ¿Cuál es el séptimo mandamiento? 
 R. El séptimo mandamiento es: "No cometerás adulterio". 

58. P. ¿Qué prohíbe el séptimo mandamiento?
 R. El séptimo mandamiento prohíbe todos los pensamientos (Mateo 5:28, Colosenses 4:6), palabras (Efesios 5:4; 2 Timoteo 2:22) y acciones impuros (Efesios 5:3).

 59. P. ¿Cuál es el octavo mandamiento?
 R. El octavo mandamiento es: "No hurtarás". 

60. P. ¿Qué prohíbe el octavo mandamiento? 
 R. El octavo mandamiento prohíbe todo lo que de hecho o posiblemente perjudique nuestros bienes (1 Timoteo 5:8; Proverbios 28:19, 21:6), la riqueza de nuestros prójimos, o nuestra capacidad de ayudar a otros (Efesios 4:28).

 61. P. ¿Cuál es el noveno mandamiento? 
 R. El noveno mandamiento es: "No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". 

62. P. ¿Qué requiere el noveno mandamiento?
 R. El noveno mandamiento requiere mantener y promover la veracidad entre el hombre y su prójimo (Zacarías 8:16), y del buen nombre nuestro (1 Pedro 3:16; Hechos 25:10) y el buen nombre de nuestro prójimo (3Juan 1:12), especialmente al dar un testimonio. (Proverbios 14:5, 25). 

63. P. ¿Cuál es el décimo mandamiento? 
 R. El décimo mandamiento es: "No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo".

 64. P. ¿Qué prohíbe el décimo mandamiento?
 R. El décimo mandamiento prohíbe estar descontentos con lo que tenemos (1 Corintios 10:10), envidiar lo que otros tienen o amargarse por ello (Gálatas 5:26) y todos los actos y sentimientos inmoderados hacia cualquier cosa que sea de ellos (Colosenses 3:5).

 65. P. ¿Puede el hombre guardar los mandamientos de Dios a la perfección?
 R. Desde la Caída, nadie ha podido ni puede guardar los mandamientos de Dios a la perfección (Eclesiastés 7:20), sino que los quebranta diariamente con sus pensamientos (Génesis 8:21), sus palabras (Santiago 3:8) y acciones (Santiago 3:2). 

66. P. ¿Son todas las transgresiones de la ley igual de abominables?
 R. Algunos pecados en sí mismos, y en razón de varias agravantes, son más abominables a los ojos de Dios que otros (Juan 19:11; 1 Juan 5:16). 

 67. P. ¿Qué merece todo pecado? 
 R. Todo pecado merece la ira de Dios y la maldición, tanto en esta vida como en la venidera. (Efesios 5:6; Salmo11:6).

 68. P. ¿Cómo podemos escapar de su ira y maldición que merecemos por nuestros pecados? 
 R. Para escapar de la ira y la maldición de Dios que merecemos por nuestros pecados, debemos creer en el Señor Jesucristo (Juan 3:16), confiando solo en su sangre y su justicia. Esta fe incluye arrepentimiento por el pasado (Hechos 20:21) y conduce a la santidad en el futuro. 

69. P. ¿Qué es la fe en Jesucristo? 
 R. La fe en Jesucristo es una gracia salvadora (Hebreos 10:39) por medio de la cual recibimos (Juan 1:12) y confiamos en él únicamente para salvación (Filipenses 3:9) como lo anuncia el evangelio (Isaías 33:22).

 70. P. ¿Qué es el arrepentimiento para vida?
 R. El arrepentimiento para vida es una gracia salvadora (Hechos 11:18) por medio de la cual el pecador, sintiendo una verdadera compunción por sus pecados (Hechos 2:37) y teniendo confianza en la misericordia de Dios en Cristo (Joel 2:13), con dolor y aborrecimiento por sus pecados se vuelve de ellos a Dios (Jeremías 31:18-19), con todo el propósito de esforzarse en una nueva obediencia (Salmos 119:59).

 71. P. ¿Cuáles son los medios externos y comunes mediante los cuales el Espíritu Santo nos comunica los beneficios de la redención?
 R. Los medios externos y comunes por los cuales el Espíritu Santo nos comunica los beneficios de la redención de Cristo son: la Palabra, por medio de la cual las almas son engendradas a la vida espiritual, el bautismo, la Cena del Señor, la oración y meditación, por medio de los cuales los creyentes son edificados más y más en la santísima fe (Hechos 2:41-42; Santiago 1:18).

 72. P. ¿Qué hace que la Palabra sea eficaz para salvación? 
 R. El Espíritu de Dios hace de la lectura, pero sobre todo de la predicación de la Palabra, un medio eficaz para convencer y convertir a pecadores (Salmo 19:7) e ir desarrollándolos en santidad y gozo (1 Tesalonicenses 1:6) a través de la fe para salvación (Romanos 1:16).

 73. P. ¿Cómo debe ser leída y oída la Palabra a fin de que sea eficaz para salvación?
 R. Para que la Palabra sea eficaz para salvación, debemos velar con diligencia (Proverbios 8:34), prepararnos (1 Pedro 2:1-2) y orar (Salmo 119:18), recibirla con fe (Hebreos 4: 2) y amor (2 Tesalonicenses 2:10), guardarla en nuestro corazón (Salmo 119:11) y llevarla a la práctica (Santiago 1:25).

 74. P. ¿Cómo se convierten el bautismo y la Cena del Señor en medios eficaces de la gracia?  
 R. El bautismo y la Cena del Señor se convierten en medios eficaces de la gracia, no por ninguna virtud en sí mismos, ni en la del que los administra (1 Corintios 3:7; 1 Pedro 3:21), sino solo por la bendición de Cristo (1 Corintios 3:6) y el obrar del Espíritu en quienes los reciben con fe (1 Corintios 12:13). 

75. P. ¿Qué es el bautismo? 
 R. El bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo (Mateo 28:19) a fin de ser para el bautizado una señal de su comunión con él en su muerte, sepultura y resurrección (Romanos 6:3; Colosenses 2:12), de haber sido revestido de él (Gálatas 3:27), de la remisión de los pecados (Marcos 1:4, Hechos 22:16) y de la entrega de su ser a Dios por medio de Jesucristo, para vivir y andar en novedad de vida. (Romanos 6:4-5). 

76. P. ¿A quiénes se les debe administrar el bautismo? 
 R. El bautismo se debe administrar a todos los que realmente profesan arrepentimiento para con Dios (Hechos 2:38, Mateo 3:6, Marcos 16:16; Hechos 8:12, 36-37; 10:47-48) y fe en nuestro Señor Jesucristo, y a nadie más.

 77. P. ¿Deben ser bautizados los hijos infantes de los que profesan ser creyentes? 
 R. Los hijos infantes de los que profesan ser creyentes no deben ser bautizados, porque no hay en las Sagradas Escrituras ningún mandato ni ningún ejemplo de tal bautismo (Éxodo 23:13; Proverbios 30:6).

 78. P. ¿Cómo se administra correctamente el bautismo? 
 R. El bautismo se administra correctamente por inmersión o sea sumergiendo todo el cuerpo de la persona en el agua (Mateo 3:16; Juan 3:23), en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, según lo instituyó Cristo, y lo practicaban los apóstoles (Mateo 28:19-20), y no por aspersión o derramamiento de agua, o la inmersión de una parte del cuerpo, según las tradiciones de los hombres (Juan 4:1-2, Hechos 8:38-39). 

79. P. ¿Cuál es el deber de los que son correctamente bautizados?
 R. El deber de los que son correctamente bautizados es añadirse a una iglesia de Jesucristo en particular (Hechos 2:47, 9:26; 1 Pedro 2:5) para andar irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor (Lucas 1:6).

 80. P. ¿Qué es la Cena del Señor?
 R. La Cena del Señor es una ordenanza del Nuevo Testamento, instituida por Jesucristo, por la cual, por dar y recibir el pan y el vino, de acuerdo con su mandato, se testifica de su muerte (1 Corintios 11:23-26) y los participantes dignos son, no de una manera corporal o carnal, sino por fe, hechos partícipes de su Cuerpo y su Sangre, con todos sus beneficios, para su alimento espiritual y crecimiento en la gracia (1 Corintios 10:16). 

81. P. ¿Qué se requiere para recibir dignamente la Cena del Señor? 
 R. Se requiere de los que van a participar dignamente de la Cena del Señor, que se prueben a sí mismos para discernir el cuerpo del Señor (1 Corintios 11:28-29), su fe para alimentarse en él (2 Corintios 13:5), su arrepentimiento (1 Corintios 11:31), amor (1 Corintios 11:18-20) y nueva obediencia (1 Corintios 5:8), no sea que participando indignamente, juicio coman y beban para sí (1 Corintios 11:27-29).

 82. P. ¿Qué se entiende por las palabras, "hasta que venga", que son utilizadas por el apóstol Pablo refiriéndose a la Cena del Señor? 
 R. Ellas nos enseñan claramente que nuestro Señor Jesucristo vendrá por segunda vez, esto es para la alegría y la esperanza de todos los creyentes (Hechos 1:11; 1 Tesalonicenses 4:16).