La justificación

¡A quienes Dios llama eficazmente, también justifica gratuitamente,1 no infundiendo justicia en ellos sino perdonándoles sus pecados, y contando y aceptando sus personas como justas;2 no por nada obrado en ellos o hecho por ellos, sino solamente por causa de Cristo;3 no imputándoles la fe misma, ni la acción de creer, ni ninguna otra obediencia evangélica como justicia; sino imputándoles la obediencia activa de Cristo a toda la ley y su obediencia pasiva en su muerte para la completa y única justicia de ellos por la fe, la cual tienen no de sí mismos; es don de Dios.4 

1. Ro. 3:24; 8:30 2. Ro. 4:5-8; Ef. 1:7 3. 1 Co.1:30,31; Ro. 5:17-19 4. Fil. 3:9; Ef. 2:7,8; 2 Co. 5:19-21; Tit. 3:5,7; Ro. 3:22-28; Jer. 23:6; Hch. 13:38,39 

2. La fe que así recibe a Cristo y descansa en Él y en su justicia es el único instrumento de la justificación;1 sin embargo, no está sola en la persona justificada, sino que siempre va acompariada por todas las demas virtudes salvadoras, y no es una fe muerta sino que obra por el amor.2 

1. Ro. 1:17; 3:27-31; Fil. 3:9; Gá. 3:5 2. Gá. 5:6; Stg. 2:17,22,26 

3. Cristo, por su obediencia y muerte, saldó totalmente la deuda de todos aquellos que son justificados; y por el sacrificio de sí mismo en la sangre de su cruz, sufriendo en el lugar de ellos el castigo que merecían, hizo una satisfacción adecuada, real y completa a la justicia de Dios en favor de ellos;1 sin embargo, por cuanto Cristo fue dado por el Padre para ellos,2 y su obediencia y satisfacción fueron aceptadas en lugar de las de ellos,3 y ambas gratuitamente y no por nada en ellos, su justificación es solamente de pura gracia,4 a fin de que tanto la precisa justicia como la rica gracia de Dios fueran glorificadas en la justificación de los pecadores.5 

1. Ro. 5:8-10,19; 1 Ti. 2:5,6; He. 10:10,14; Is. 53:4-6,l~12 2. Ro. 8:32 3. 2 Co. 5:21; Mt. 3:17; Ef. 5:2 4. Ro. 3:24; Ef 1:7 5. Ro. 3:26; Ef 2:7 

4. Desde la eternidad, Dios decretó justificar a todos los elegidos;1 y en el cumplimiento del tiempo, Cristo murió por los pecados de ellos, y resucitó para su justificación;2 sin embargo, no son justificados personalmente hasta que, a su debido tiempo, Cristo les es realmente aplicado por el Espíritu Santo.3 

1. 1 P. 1:2,19,20; Gá. 3:8; Ro. 8:30 2. Ro. 4:25; Gá. 4:4; 1 Ti. 2:6 3. Col. 1:21,22; Tit. 3:4-7; Gá. 2:16; Ef 2:1-3 

5. Dios continúa perdonando los pecados de aquellos que son justificados,' y aunque ellos nunca pueden caer del estado de justificación,2 sin embargo pueden, por sus pecados, caer en el desagrado paternal de Dios; y, en esa condición, no suelen tener la luz de su rostro restaurada sobre ellos, hasta que se humillen, confiesen sus pecados, pidan perdón y renueven su fe y arrepentimiento.3 

1. Mt 6:12; 1 Jn. 1:7-2:2; Jn. 13:3-11 2. Lc. 22:32; Jn. 10:28; He. 10:14 3. Sal. 32:5; 51:7-12; Mt. 26:75; lc. 1:20 

6. La justificación de los creyentes bajo el Antiguo Testamento fue, en todos estos sentidos, una la misma que la justificación de los creyentes bajo el Nuevo Testamento.' 

1. Gá. 3:9; Ro. 4:22-24.
Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689

miércoles, 22 de enero de 2014

El llamamiento eficaz







A aquellos a quienes Dios ha predestinado para vida, le agrada en su tiempo señalado y aceptado, llamar eficazmente por su palabra y Espíritu,  sacándolos del estado de pecado y muerte en que se hallaban por naturaleza para darles vida y salvación por Jesucristo. Esto lo hace iluminando  espiritualmente su entendimiento, a fin de que comprendan las cosas de Dios; quitándoles el corazón de piedra y dándoles uno de carne, renovando sus  voluntades y por su poder soberano determinándoles a hacer aquello que es bueno, y llevándoles eficazmente a Jesucristo; de tal manera que ellos vienen  con absoluta libertad, habiendo recibido por la gracia de Dios la voluntad de hacerlo.  " Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.  Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra." Ez.36:26-27
   Este llamamiento eficaz depende de la libre y especial gracia de Dios y de ninguna manera de alguna cosa prevista en el hombre,  el cual es en esto  enteramente pasivo, hasta que siendo vivificado y renovado por el Espíritu Santo, adquiere la capacidad de responder a este llamamiento y de recibir la  gracia ofrecida y trasmitida en él. Esto sucede por el mismo poder que obró la resurrección de Cristo de los muertos. " y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 
 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales" Ef:1:19-20.

El Libre Albedrío

1. Dios ha dotado la voluntad del hombre de una libertad natural, poder para actuar en base a su decisión propia, que no es forzada ni obligada a hacer bien o mal, por ninguna necesidad de la naturaleza. 
Ec. 7:29 3 Jn. 3:6  4 Ro. 5:6; 8:7 

2. El hombre en su estado de inocencia, tenía libertad y poder para querer y hacer lo que era bueno y agradable a Dios,2 pero era mutable y podía caer de  dicho estado.3 3. El hombre, por su caída a un estado de pecado, perdió completamente toda capacidad para querer algún bien espiritual que acompañe a  la salvación.4 Así es que como hombre natural que está enteramente opuesto a ese bien y muerto en el pecado 5 no puede por su propia fuerza convertirse  a sí mismo o prepararse para ello.6 

5Ef.2:1,5 Tit. 3:3-5; Jn. 6:44 
 
4. Cuando Dios convierte a un pecador y le pone en el estado de gracia, le libra de su estado de servidumbre natural bajo el pecado,7 y por su gracia  solamente lo capacita para querer y obrar libremente lo que es bueno en lo espiritual;8 sin embargo, por razón de la corrupción que aún queda, el converso  no quiere ni perfecta ni únicamente lo que es bueno, sino también lo que es malo.9 

7Col. 1:13; Jn. 8:36 8FiI. 2:13 9Ro. 7:15,18,19,21,23 10Ef. 4:13 

5. El libre albedrío del hombre será perfecto y inmutablemente libre para querer tan sólo lo que es bueno, únicamente en el estado de la gloria.10.
Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689

martes, 7 de enero de 2014

AL QUE VENCIERE DARÉ A COMER DEL ÁRBOL DE LA VIDA



Al que venciere daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del Paraíso de Dios. Apocalipsis 2:7
Nadie puede volver la espalda en la batalla, ni negarse a ir a la guerra santa. Si queremos reinar, es forzoso
pelear y proseguir luchando hasta vencer a nuestros enemigos; de lo contrario, la promesa no es para nosotros, ya que sólo pertenece «al que venciere». Debemos vencer a los falsos profetas que se han introducido en el mundo y todos los males que acompañan sus enseñanzas. Debemos vencer la cobardía de nuestro corazón y la tendencia a dejar nuestro primer amor. Leed todo lo que el Espíritu dice a la Iglesia de Éfeso. Si por gracia obtenemos la victoria, y ésta la lograremos ciertamente si seguimos a nuestro Capitán victorioso, seremos admitidos en el mismo centro del paraíso de Dios, y nos será permitido pasar por delante del querubín con su espada de fuego y llegaremos al árbol por él guardado, de cuyo fruto, quien comiere, tendrá vida eterna. De este modo escaparemos de la muerte, que fue la sentencia lanzada contra el pecado, y ganaremos la vida eterna, sello de la inocencia, y coronamiento de principios inmortales de una santidad según Dios. Ven, alma mía, y esfuérzate. Huir del conflicto significa perder los goces del nuevo y más excelente Edén. Pelear hasta vencer es andar con Dios en el Paraíso. C. H. SPURGEON